¿Quién ha creído a nuestro anuncio?

Isa 53:3-8 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.

lunes, 23 de mayo de 2011

La Iglesia, Composición y Ordenanzas

SUS MIEMBROS

A. La iglesia como el propósito presente de Dios.

En el Nuevo Testamento se revela que la iglesia es el propósito central de Dios en la edad actual. En contraste con el propósito de Dios para con individuos y naciones del Antiguo Testamento y el propósito mayor para la nación de Israel, se revela que la iglesia es la compañía de creyentes formada por judíos y gentiles que son llamados a salir del mundo y se juntan en una unión viva por el bautismo del Espíritu.

En general, el concepto de iglesia se divide en dos grandes categorías.

  • El énfasis principal en el Nuevo Testamento está en la iglesia como organismo,
  • la unión viva de todos los verdaderos creyentes en Cristo.

Esta es la verdad distintiva que se presenta a partir del día de Pentecostés, con el advenimiento del Espíritu, y que acaba con la venida de Cristo por su iglesia, en la cual la iglesia será arrebatada fuera del mundo y llevada al cielo.

Sin embargo, otro concepto es el de iglesia local o iglesia organizada. Es el cuerpo de los creyentes que profesan ser cristianos y se reúnen en una localidad o un grupo de tales asambleas locales (1Co_1:2; Gál_1:2; Flp_1:1).

La palabra "iglesia" es una traducción de una palabra griega: "ekklesia", y frecuentemente se usa para designar cualquier asamblea o congregación de personas reunidas con fines religiosos o políticos.
La palabra realmente significa "llamados fuera".
En la Grecia antigua las ciudades se gobernaban por un sistema puramente democrático en que todos los ciudadanos del pueblo se reunían para decidir sobre los asuntos de interés mutuo. Como eran "llamados fuera" de sus ocupaciones ordinarias a una asamblea en la cual podrían votar, la palabra llegó a significar el resultado de aquellas convocatorias, esto es, designó a aquellos que se reunían.

Esta palabra se encuentra con frecuencia en la Septuaginta, versión griega del Antiguo Testamento, y designa a las diversas asambleas del Antiguo Testamento. Se usa en un sentido similar en pasajes tales como Hch_7:38 y Hch_19:32, donde la palabra se usa sencillamente para una multitud reunida. Sin  embargo, cuando se usa para la iglesia como cuerpo de Cristo se convierte en una palabra técnica que |se refiere a los que han sido llamados fuera del mundo para reunirse en una unión viva con Cristo.
Este concepto no se encuentra en el Antiguo Testamento, aun cuando Israel a veces se reunía con propósitos religiosos. La palabra, cuando se usa para los salvados, se aplica específicamente a la compañía de los salvados durante la presente era y que se encuentran en el cielo y en la tierra.

B. La iglesia: Una revelación del Nuevo Testamento.

Por cuanto no se encuentra en el Antiguo Testamento el concepto de una iglesia formada por judíos y gentiles que son salvados y reunidos para la vida eterna, solo el Nuevo Testamento da la revelación divina sobre este importante tema. En el plan de Dios era necesario que Cristo viniera primero para morir en la cruz, fuera resucitado de entre los muertos y ascendiera a los cielos.

Con la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, sin embargo fue posible que Dios cumpliera su propósito de tener una compañía especial de creyentes sin tener en cuenta la distinción entre Israel y los gentiles y cada uno de ellos con su propio lugar en el propósito eterno de Dios.

Según Hechos 2, confirmado por la experiencia de Cornelio en Hechos 10, los creyentes en Cristo fueron bautizados por el Espíritu (1Co_12:13) y llegaron a ser miembros los unos de los otros con el advenimiento del Espíritu Santo.

Desde Pentecostés hacia adelante cada creyente que llegó a la salvación fue hecho miembro del cuerpo de Cristo, como vimos previamente en la doctrina del bautismo del Espíritu Santo. Una vez que la iglesia esté completa y sea arrebatada en el rapto al cielo, el propósito divino volverá a hacer la distinción normal entre judíos y gentiles que sean salvos durante el período de prueba que seguirá al arrepentimiento y en el reino milenial.

C. El judío, el gentil y la iglesia de Dios.

En la era actual, la Biblia reconoce tres grandes divisiones en la familia humana:

el judío, el gentil y la iglesia de Dios (1Co_10:32).

La observancia de estas distinciones es de gran importancia para comprender el propósito presente de Dios.

1. Los judíos o hijos de Israel son la nación que surgió de Abraham siguiendo la línea de Isaac y Jacob, y que, según el propósito y la promesa divina, son el pueblo terrenal escogido por Dios.

Esta nación ha sido milagrosamente preservada hasta el tiempo actual y, según las profecías, todavía será el pueblo dominante y glorificado de la tierra en la edad del reino venidero (Isa_62:1-12).

Las promesas eternas de Jehová a su pueblo no pueden ser alteradas.
Estas promesas incluyen una
entidad

nacional (Jer_31:36), una tierra (Gén_13:15), un trono (2Sa_7:13), un rey (Jer_33:20-21) y un reino (2Sa_7:16).

En la fidelidad de Dios, sus promesas, que son primariamente terrenales en carácter, han sido cumplidas hasta el momento presente y serán cumplidas por toda la eternidad; porque se dice que cada uno de estos pactos es eterno en duración.

Cuatro palabras describen la operación del propósito divino en este pueblo:
"escogidos", "dispersos", "reunidos", "benditos".

Es obvio que fueron escogidos y que ahora están dispersos entre las naciones de la tierra.
Todavía falta que sean reunidos y bendecidos. El ministerio peculiar de este pueblo se encuentra en Rom_9:4-5 (cf. con Gén_12:3).

2. Los gentiles son la vasta multitud incontable, excluidos los israelitas, que han vivido en la tierra desde Adán hasta ahora.
Aparte de ciertos individuos, no hay noticias de que, en el período desde Adán hasta Cristo, Dios haya tenido alguna relación especial, o haya extendido alguna promesa inmediata a los gentiles.

Sin embargo, las profecías del Antiguo Testamento predicen grandes bendiciones terrenales que vendrían sobre los gentiles en el reino venidero sobre la tierra, y en la era actual participarían al igual que los judíos en los privilegios del evangelio.

3. La iglesia de Dios no se refiere a la membresía de iglesias organizadas, sino a toda la compañía de los redimidos que habrán sido salvos durante la era actual. Son un pueblo distinto porque:

a) todos los individuos que la forman han nacido de nuevo, entran en el reino de Dios (Jua_3:5) y han sido destinados a ser conformados a la imagen de Cristo (Rom_8:29);

b) ya no están en Adán participando de la ruina de la vieja creación (2Co_5:17), sino que están en Cristo participando de la nueva creación, de todo lo que Cristo es en la vida y gloria de su resurrección (Efe_1:3; Col_2:10);

c) a la vista de Dios es cambiada su nacionalidad, porque están sobre una nueva base en la que no hay judío ni gentil, sino que Cristo es el todo en todos (Col_3:11);

d) ahora son ciudadanos del cielo (Flp_3:20; Col_3:3) y todas sus promesas, sus posesiones y su posición son celestiales (2Co_5:17-18). De este modo este pueblo celestial se distingue de todos los demás pueblos de la tierra.

D. La iglesia formada por judíos y gentiles.

Ya han sido señaladas las respectivas posiciones terrenales de judíos y gentiles.
A esto debe añadirse que durante la era actual, y para los propósitos de la gracia, Dios ha colocado a judíos y gentiles sobre una base común (Rom_3:9). Se dice que ambos están "bajo pecado", lo que significa que ahora están limitados a la salvación por gracia solamente.

El cambio en el programa divino, en la muerte de Cristo, del reconocimiento de una nación favorecida a un llamamiento de individuos tanto judíos como gentiles fue algo dificilísimo de entender para los judíos.
El judío no comprendió que sus pactos habían sido puestos a un lado por un tiempo, pero que no habían sido abrogados. Las luchas de la nación con este problema están en el libro de los Hechos.

El judío se encuentra desajustado hasta el día de hoy en relación con este programa, y se ha predicho de él que permanecerá cegado en parte hasta que la iglesia sea llevada de este mundo (Rom_11:25),

después de lo cual el Libertador vendrá a Sión y quitará la impiedad de Jacob. Se afirma que éste es el pacto de Dios con ellos, cuando Él quite sus pecados (Rom_11:26-27).
Sin embargo, por la predicación del evangelio, tanto judíos como gentiles están siendo salvados ahora y la iglesia está siendo edificada.
El apóstol dio instrucciones de que el evangelio sea predicado primeramente al judío (Rom_1:16), y su propio ministerio fue ordenado de acuerdo con ese programa (Hch_17:1-3).

Como se ha sugerido, al apóstol Pablo le fueron dadas dos revelaciones:

  • una, el evangelio de la gracia de Dios, probablemente cuando estaba en Arabia al comienzo de su ministerio (Gál_1:11-12),

  • y la otra, de la iglesia como cuerpo de Cristo, probablemente mientras estuvo en la cárcel (Efe_3:3-6).

El rasgo vital de la segunda revelación es que de las dos fuentes —judíos y gentiles— Dios está formando un nuevo cuerpo (Efe_2:15).
Este era un misterio, esto es, un secreto divino aún no revelado.
No es secreto que Dios tenía propósitos para Israel o para los gentiles, puesto que éste es el tema del Antiguo Testamento en las profecías;
pero el secreto escondido en Dios era la creación de un nuevo orden celestial de seres escogidos de judíos y gentiles.

E. Membresía de la iglesia.

La respuesta a la pregunta
"¿Puede una persona ser salva y no ser miembro de la iglesia?"

depende del significado que se le dé a la palabra "iglesia".
  • Es obvio que una persona puede ser cristiana y no ser miembro de una iglesia local.
  • En realidad todos debieran ser salvos antes de hacerse miembros de una iglesia;
  • y si se es salvo, es normal que un individuo busque la comunión del pueblo de Dios en una u otra forma.
Por otra parte, es imposible ser salvo y no ser miembro de la iglesia de la cual Cristo es la cabeza; porque una parte de la obra divina en la salvación es la unión del salvado con Cristo por el bautismo con el Espíritu Santo (1Co_12:13).
Cuando se usa en conexión con la obra del Espíritu, "bautizar" es una palabra de significado discriminatorio y traspasa los limites de la ordenanza exterior del bautismo con agua y representa el ministerio del Espíritu en favor del creyente que tiene los efectos de mayor alcance que cualquier otra empresa divina en la salvación.
No es sorprendente que Satanás haya tratado de distorsionar el significado claro del bautismo con el Espíritu y el ministerio divino que él representa; porque solamente sobre la base de este ministerio podemos comprender las riquezas de la gracia divina o entrar en el gozo celestial, con su impulso a una vida santa que estas riquezas imparten.
En la tierra la iglesia se ve como una banda peregrina de testigos. No son de este mundo, así como Cristo no es de este mundo (Jua_17:16),
y como el Padre ha enviado al Hijo al mundo, el Hijo ha enviado a estos testigos por el mundo.

"Aún no se ha manifestado" (véase Col_3:4; 1Jn_3:2) lo que ellos son por las riquezas de la gracia. Por ser el pueblo celestial en contraste con Israel el pueblo terrenal, la iglesia—glorificada en la realización de su propósito divino— aparece en los cielos como la esposa del Cordero, reinando juntamente con el Rey, y participando para siempre en la gloria del eterno Hijo de Dios.

SU PROPÓSITO Y COMISIÓN.

En la era actual Dios está dando a conocer su sabiduría y está manifestando su gracia ante las huestes angélicas por medio de la iglesia (Efe_3:10).
En el cielo, la iglesia será por toda la eternidad la ilustración de lo que la gracia de Dios puede hacer (Efe_2:7).
Sin embargo, estrictamente hablando, la comisión divina de la iglesia se entrega más bien a individuos que a un grupo corporativo.
Cristo, como cabeza de la iglesia, puede dirigir a cada creyente en los senderos de la voluntad de Dios en armonía con sus dones personales y el plan de Dios para la vida individual.
Sin embargo, todo esto está en armonía con el propósito general de Dios para la iglesia en el tiempo actual.
En la iglesia como cuerpo, Dios está cumpliendo un propósito divino presente que se está revelando exactamente como fue profetizado en las Escrituras.

A. El Actual Propósito Divino En El Mundo.
El actual propósito divino para esta era no es la conversión del mundo, sino el llamamiento a todos los que creerán en Cristo, a fin de que salgan del mundo y formen el cuerpo de Cristo que es la iglesia.

  • Es cierto que el mundo se convertirá y que habrá un reino de justicia en la tierra; pero, según la Biblia, el día de una tierra transformada, lejos de ser el resultado del servicio cristiano, no precederá a la venida de Cristo, sino que vendrá después, y solo será posible por su presencia y poder inmediatos.

  • Es después de ser cortada la Piedra —símbolo del regreso de Cristo— que Dios establece un reino eterno en la tierra (Dan_2:44-45).
  • Es después del regreso del Señor y de la toma de posesión del trono de su gloria que El dice a las ovejas de su mano derecha que entren en el reino terrenal preparado para ellas (Mat_25:31-34).
  • Del mismo modo, es después que se le ve descender del cielo que Cristo reina mil años sobre la tierra (Apo_19:11-21 a Apo_20:1-9; cf. con Hch_15:13-19; 1Co_15:20-25).

Al anunciar los rasgos peculiares de esta era (Mat_13:1-50), el Señor hace mención de tres características principales:
1) El lugar de Israel en el mundo sería como el de un tesoro escondido en el campo (Mat_13:44);
2) el mal continuaría hasta el final de la era (Mat_13:4, Mat_13:25, Mat_13:33, Mat_13:48); y
3) serán reunidos los hijos del reino, comparados con el trigo, la perla de gran precio y los buenos peces (Mat_13:30, Mat_13:45-46, Mat_13:48).

De estas tres características de la era se desprende que el propósito supremo de Dios para esta edad es la reunión de los hijos del reino. De acuerdo con esto, se afirma en Rom_11:25 que la ceguera actual de Israel durará hasta que sea completada la iglesia (nótese Efe_1:22-23), hasta el fin de la era de especial bendición para los gentiles.

De igual modo, el misterio de iniquidad, el mal, seguirá obrando durante la era actual, aunque restringido, hasta que el que lo detiene, el Espíritu de Dios, sea quitado de en medio (2Ts_2:7).

Como el Espíritu se ira solamente cuando haya completado el llamamiento de la iglesia, el propósito inmediato de Dios no es la corrección del mal en el mundo, sino el llamamiento de todo el que crea.
Aún falta cumplir los pactos de Israel (Rom_11:27), y el mal será desterrado de la tierra (Apo_21:1); pero el propósito actual de Dios, y todo evidentemente espera esto, es terminar de completar la iglesia.
En Hch_15:13-19 se da la sustancia del discurso de Santiago al concluir el primer concilio de la iglesia en Jerusalén. La ocasión de este concilio fue la necesidad de determinar la cuestión del propósito actual de Dios.
La Iglesia primitiva estaba compuesta mayormente por judíos, y éstos estaban confundidos en cuanto a su propia posición nacional a la luz del hecho de que el nuevo evangelio estaba fluyendo hacia los gentiles. Jacobo sostiene que, según la experiencia de Pedro en la casa de Cornelio el gentil, Dios está visitando a los gentiles para tomar de ellos pueblo para su nombre. "Después de esto", dice Jacobo, el Señor regresará y entonces cumplirá sus propósitos para con Israel y los gentiles.

La implicación práctica de todo esto en relación con el tema de este estudio es que, en la era actual, el creyente individual (y mucho menos la iglesia) no ha sido puesto para la realización de un programa de mejoramiento mundial; en cambio, el creyente es llamado a ser testigo de Cristo y de su gracia salvadora en todo el mundo, y por medio de este ministerio de predicación el Espíritu de Dios cumplirá el propósito divino supremo de la era.

B. La Formación De La Iglesia
  • Cristo profetizó que El edificarla su iglesia (Mat_16:18),
  • y el apóstol Pablo comparó la iglesia con una estructura de piedras vivas que crecen para formar un templo vivo en el Señor y son edificados para morada de Dios en el Espíritu (Efe_2:21-22).

Del mismo modo, el ministerio del creyente de ganar almas y edificar el cuerpo de Cristo no continua para siempre, sino "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efe_4:13).

La "estatura de la plenitud de Cristo no se refiere al desarrollo de hombres semejantes a Cristo, sino más bien al desarrollo del cuerpo de Cristo hasta su completa formación (Efe_1:22-23).

El mismo aspecto de la verdad vuelve a ser anunciado en Efesios 4:16, donde los miembros del cuerpo, como las células vivas del cuerpo humano, se presentan como Si estuvieran en una actividad incesante para ganar almas y, por lo tanto, están haciendo crecer el cuerpo.

C. La Comisión Del Creyente
Cristo predijo que la siembra que iba a caracterizar a la presente dispensación daría como resultado que una cuarta parte llegaría a ser trigo (Mat_13:1-23).
Sin embargo, aunque predicación del evangelio se relaciona con la vida y con la muerte (2Co_2:16),

  • El hijo de Dios es comisionado para instar a tiempo y fuera de tiempo en sus esfuerzos por ganar los perdidos.
  • El hijo de Dios ha sido designado para ir por todo el mundo predicar el evangelio a toda criatura (Mar_16:15), sabiendo que la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios Rom_10:17).

  • También se afirma en 2Co_5:19 que Dios, que estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, nos ha entregado la palabra de la reconciliación.
  •  
    • "Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios" (2Co_5:20).

Este ministerio está sobre cada creyente y puede ser ejercido de muchas maneras.

1. El evangelio puede ser presentado a los inconversos, por medio de ofrendas. Evidentemente, hay muchos creyentes sinceros que no han despertado a la efectividad de la acción de dar de su sustancia con este objeto. El mensajero no puede ir a menos que sea enviado, pero el que lo envía un coparticipe en el servicio y ha invertido su dinero en bonos que pagarán dividendos eternos.

2. El evangelio puede ser presentado a los inconversos en respuesta a las oraciones. El que dijo: "Si algo pidiereis en mi nombre yo lo haré" (Jua_14:14), ciertamente enviará obreros a la mies en contestación a las oraciones. Se prueba fácilmente que no hay ministerio más fructífero para el hijo de Dios que el de la oración; sin embargo, cuán pocos parecen comprender que las almas se salvan por medio de ese servicio.

3. El evangelio puede ser presentado a los inconversos por medio de la palabra hablada. Puesto que todos han sido comisionados para la realización de esta tarea, es necesario observar ciertas condiciones imperativas:

a) el mensajero debe estar deseoso de ser puesto donde el Espíritu lo desee;

b) el mensajero debiera ser instruido en cuanto a las verdades precisas que constituyen el evangelio de la gracia que tiene la misión de declarar;

c) el mensajero debe estar lleno del Espíritu Santo, o le faltará la pasión propulsora por los perdidos, que es lo único que lo lleva a uno a un servicio de ganar almas valiente e infatigablemente. "Cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo —dijo Cristo—, me seréis testigos..." (Hch_1:8). Sin esta plenitud no habrá disposición para testificar. Pero estando llenos, nada puede impedir el flujo de la compasión divina (Hch_4:20).

4. El evangelio puede ser presentado por diversos medios mecánicos tales como la literatura, la radio, La televisión y la música sagrada. Sin consideración del medio usado, la verdad debe ser presentada de tal modo que el Espíritu Santo pueda usarla.

5. Indudablemente el Espíritu Santo usa muchos otros medios en la difusión del evangelio, por ejemplo, instituciones educacionales donde se preparan predicadores, La aviación misionera que sirve para transportar a los hombres que llevan el evangelio, y la página impresa.

Aunque no todos los cristianos estén igualmente dotados para predicar directamente el evangelio, cada cristiano tiene parte en la responsabilidad de hacer que el evangelio sea predicado a toda criatura.


SU SERVICIO Y MAYORDOMÍA

Anteriormente solo los levitas, reyes y profetas servían con la unción del Espíritu mientras que los demás lo hacían en plena guerra material.

A. SU SERVICIO A DIOS

Servicio es cualquier trabajo realizado en beneficio de otra persona. Cuando se estudia este tema en la Biblia, se observa una serie de similitudes y contrastes entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Casi cada doctrina se encuentra anunciada en el Antiguo Testamento y casi cada doctrina del Antiguo Testamento es acabada hasta la perfección en el Nuevo. El tema del servicio no es excepción; se vera que su estudio será en gran parte el reconocimiento del tipo del Antiguo Testamento y su relación con el anti tipo del Nuevo Testamento.
El servicio que Dios pide, ya sea en el Antiguo Testamento o en el Nuevo, es entregado primariamente a un sacerdocio divinamente preparado.

  • En el orden del Antiguo Testamento el sacerdocio era una jerarquía que estaba sobre la nación, y servían bajo la autoridad del sumo sacerdote.
  • En el orden del Nuevo Testamento cada creyente es un sacerdote para Dios (1Pe_2:5-9; Apo_1:6).

Toda la compañía de sacerdotes que ministran en el Nuevo Testamento están bajo la autoridad de Cristo, que es el verdadero Sumo Sacerdote, de quien todos los demás sumos sacerdotes solo eran tipos.

Por lo tanto, en conformidad con el orden del Nuevo Testamento, el servicio ha sido entregado a todos los creyentes por igual y sobre la base de su relación sacerdotal con Dios.

En su ministerio sacerdotal los sacerdotes del Nuevo Testamento, al igual que los sacerdotes del Antiguo, eran designados para servir a Dios y al hombre.

Como no habla un evangelio que predicar a las naciones en el Antiguo Testamento, el servicio sacerdotal durante el período que abarca consistió solamente en la realización, en el tabernáculo o en el templo, del ritual divinamente ordenado.

En contraste con esto, el ministerio sacerdotal en el Nuevo Testamento es mucho más amplio en su alcance, e incluye no solamente el servicio a Dios y a sus hermanos en la fe, sino a todos los hombres en todo lugar.

1. El servicia de sacrificio es asombrosamente similar en el Antiguo y el Nuevo Testamento. El sacerdote del Antiguo Testamento era santificado o apartado por el hecho de que había nacido en la familia sacerdotal de Leví y por el hecho de que él, tras la debida ceremonia, era investido sacerdote, oficio con carácter de continuo mientras viviera. Además, era purificado al principio de su ministerio por medio de un baño definitivo (Éxo_29:4).

  • En el cumplimiento del antitipo, el creyente sacerdote es purificado de una vez para siempre en el momento que recibe la salvación (Col_2:13; Tit_3:5) y, en virtud de su salvación, es apartado para Dios.

  • Así también es introducido en la familia de Dios por el nuevo nacimiento.

  • Además de esto, se exige particularmente del sacerdote del Nuevo Testamento que se dedique a Dios en forma voluntaria.

Tocante a su auto dedicación, leemos: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto" (Rom_12:1).
La frase "las misericordias de Dios" se refiere a los grandes hechos de la salvación que han sido planteados en los capítulos precedentes del libro de Romanos, misericordias a las que todo creyente ingresa en el momento de ser salvo; mientras que la presentación del cuerpo como sacrificio vivo es la autodedicación a la voluntad de Dios de todo lo que el creyente es o tiene. Lo que de esta manera se dedica a Dios, Él lo acepta y lo pone donde Él quiere en su campo de servicio (Efe_2:10).
Según las Escrituras, este acto divino de aceptar y dar un lugar de servicio es la consagración. Por lo tanto, el creyente sacerdote puede dedicarse a sí mismo, pero nunca consagrarse a Dios.

En conexión con el acto divino de la consagración, debiera observarse que la obra actual de Cristo como Sumo Sacerdote —recibir, dirigir y administrar el servicio de los creyentes— cumple lo que era tipificado por el ministerio del sacerdote del Antiguo Testamento en la consagración de los hijos de Leví.

Habiéndose rendido a Dios y al no conformarse más a este mundo, el creyente sacerdote experimentará la vida transformada por el poder del Espíritu que mora en él, y por aquel poder experimentará "cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Rom_12:2).

Según el orden del Nuevo Testamento el servicio sacerdotal en el sacrificio hacia Dios es cuádruple:

a) la dedicación de sí, que es, según se declara, un servicio racional (Rom_12:1), o más literalmente un "culto espiritual" Como Cristo mismo era el sacrificador y el sacrificio, así el creyente puede glorificar a Dios ofreciendo todo su cuerpo como un sacrificio vivo a Dios;
b) el sacrificio de labios que es la voz de alabanza y debe ser ofrecido continuamente (Heb_13:15);
c) el sacrificio de sustancia (Flp_4:18); d) el sacrificio de buenas obras (Heb_13:16).
En cuanto a la purificación de los sacerdotes, debe notarse nuevamente que el sacerdote del Antiguo Testamento al entrar en su santo oficio fue purificado de una vez por todas por un baño completo, que fue administrado por otro (Éxo_29:4); sin embargo, aunque estaba completamente bañado, se requería que se limpiara con un lavamiento parcial en el lavacro de bronce, y esto antes de emprender cualquier servicio sacerdotal. Al cumplir el significado típico de esto, el sacerdote del Nuevo Testamento, aunque enteramente purificado y perdonado al ser salvo, tiene que cumplir con la exigencia de confesar todo pecado conocido en todo tiempo a fin de mantenerse puro y en buenas condiciones para tener comunión con Dios (1Jn_1:9). Así como la ordenación sacerdotal del sacerdote del Antiguo Testamento era para toda la vida, el sacerdote del Nuevo Testamento es un sacerdote de Dios para siempre.

2. El servicio de adoración, que será presentado detalladamente en un capitulo posterior, puede ser considerado aquí como parte del servicio de cada creyente sacerdote en la era actual, así como era parte de la adoración y el servicio de todo sacerdote del Antiguo Testamento. Así como en el orden del Antiguo Testamento los muebles del lugar santo simbolizaban la adoración sacerdotal y todo aspecto y utensilio de aquel lugar hablaba de Cristo, la adoración del creyente es por Cristo y solamente por medio de Él.
Repetimos que en el servicio hacia Dios la adoración del creyente puede ser el ofrecimiento de sí mismo a Dios (Rom_12:1), el reconocimiento de todo corazón que la alabanza y la acción de gracias pertenecen al Señor (Heb_13:15), o la presentación de ofrendas.
En conexión con la adoración de los sacerdotes del Antiguo Testamento había dos prohibiciones, y éstas también tienen un significado típico. No debían llevar incienso extraño (Éxo_30:9), lo que típicamente habla de la pura formalidad en el servicio a Dios, y no se permitía fuego extraño (Lev_10:1), lo que simbolizaba el dejarse llevar por las emociones carnales como sustituto de la verdadera devoción a Cristo, o el amor a las cosas de menor importancia con exclusión del amor a Cristo (1Co_1:11-13; Col_2:8, Col_2:16-19).

3. El servicio de intercesión, que consideraremos en un capítulo posterior, es una importante función del creyente sacerdote. Como el profeta es el representante de Dios ante el pueblo, así el sacerdote es el representante del pueblo ante Dios. Como el sacerdocio era una institución divina, siempre habla acceso a la presencia de Dios; sin embargo, ningún sacerdote de la antigua dispensación podía entrar en el lugar Santísimo salvo el sumo sacerdote, y esto, una sola vez en el año y con la sangre de un sacrificio (cf11._9:7).
En esta dispensación Cristo, como sumo sacerdote, ha entrado con su propia sangre en el santuario celestial (Heb_4:14-16; Heb_9:24; Heb_10:19-22) y esta intercediendo por los suyos que están en el mundo (Rom_8:34; Heb_7:25). Cuando Cristo murió el velo del templo se rasgó, lo que significa que ahora está abierto el camino hacia el lugar Santísimo, no para el mundo, sino para todo aquel que acuda a Dios sobre la base de la sangre derramada por Cristo (Heb_10:19-22).
Teniendo un acceso sin impedimentos a la presencia de Dios a causa de la sangre de Cristo, el sacerdote del Nuevo Testamento tiene el privilegio de ministrar en la intercesión (Rom_8:26-27; Heb_10:19-22; 1Ti_2:1; Col_4:12).

B. SERVICIO AL HOMBRE

Hay un arreglo divino en el orden de la verdad como se encuentra en Rom_12:1-8. Aquí, como en todas las Escrituras, el servicio cristiano no se menciona hasta que han sido presentadas las grandes cuestiones de la dedicación y la consagración. Inmediatamente después del mensaje acerca de estos puntos fundamentales se introduce el tema de la concesión de dones para el servicio, y en relación a esto es importante observar la amplia diferencia que hay entre el uso bíblico de la palabra "don" y el sentido que se le da en el lenguaje común. Generalmente se entiende por don alguna habilidad natural recibida por nacimiento y que lo capacita a uno para hacer cosas especiales. Según el uso bíblico de la palabra, don es un ministerio del Espíritu que mora en el creyente. Es el Espíritu que realiza un servicio y usa al creyente como un instrumento. En ningún sentido es algo que el creyente obra solo, ni siquiera algo hecho por el creyente con ayuda del Espíritu. El servicio cristiano se presenta como una "manifestación del Espíritu"(1Co_12:7), del mismo modo que el carácter cristiano es un fruto del Espíritu (Gál_5:2-23).
Aunque cada creyente posee algunos dones divinamente otorgados (1Co_12:7; Efe_4:7), hay una diversidad de dones (Rom_12:6; 1Co_12:4-11; Efe_4:11). Los creyentes no han sido todos designados para hacer la misma cosa. En esto hay un contraste con el oficio sacerdotal en que todos los creyentes sacrifican, adoran e interceden. Aunque algunos dones representativos que son generales han sido nombrados en las Escrituras (Rom_12:6-8; 1Co_12:8-11; Efe_4:11), y aunque algunos de éstos evidentemente han cesado (1Co_13:8), es probable que el ministerio del Espíritu a través de los creyentes sea variado según las circunstancias en medio de las cuales deben servir.
Los dones son otorgados para que el siervo de Dios sea para "provecho" (1Co_12:7), y está, por lo tanto, implícito que el servicio brindado en la fuerza de la carne no es provechoso. La manifestación del Espíritu en el ejercicio de un don es como "ríos de agua viva" (Jua_7:37-39), y es la realización de las "buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Efe_2:10).
Sin necesidad de exigencia alguna, los creyentes llenos del Espíritu Santo están constantemente activos en el ejercicio de sus dones. Los cristianos carnales, aunque poseen un don, no están activos en su ejercicio, ni responden a las exhortaciones humanas. Sin embargo, cuando arreglan cuentas con Dios por la confesión del pecado, la rendición de su vida y el caminar en dependencia del Espíritu que mora en ellos, inmediatamente son llenos del Espíritu y como resultado desean hacer la voluntad de Dios, y por su poder suficiente que obra en ellos llegan a ser útiles en el servicio para el que fueron ordenados por Dios. Los cristianos no son llenos del Espíritu Santo como resultado de estar activos en el servicio; la verdad es que están activos en el servicio porque están llenos del Espíritu. Asimismo, a veces es la voluntad de Dios que toda actividad cese y que el siervo fatigado descanse. Fue Cristo quien dijo: "Venid vosotros aparte... y descansad."

C. SU MAYORDOMIA

La responsabilidad del cristiano en la mayordomía puede ser considerada bajo tres aspectos:
1) ganar dinero,
2) poseer dinero,
3) dar dinero. Puesto que el dinero obtenido por medio del trabajo es vida humana en forma concreta, y por cuanto el dinero así ganado es un factor vital en la vida espiritual y en el progreso material, el hijo de Dios debe enfrentar su responsabilidad como mayordomo que será juzgado ante el tribunal de Cristo (Rom_14:10-12). Con demasiada frecuencia el hijo de Dios gana el dinero, lo posee o lo da sin reconocer la relación fundamental que sustenta con Dios.

1. El cristiano debe ganar el dinero de una manera que sea digna de la relación que el cristiano tiene con Dios. Como nos amonesta el mandamiento, "hacedlo todo para la gloria de Dios" (1Co_10:31). Ha sido ordenado divinamente que todos trabajen (Gén_3:19; 2Ts_3:10), y el cristiano no ha sido exceptuado. Sin embargo, para el creyente espiritual e instruido el trabajo es más que sólo ganarse la vida; es hacer la voluntad de Dios. Todo empleo, por sencillo que sea, debe ser aceptado por el hijo de Dios coma una tarea específicamente asignada por Dios, y debe ser hecha para Él, o no hacerse.
El hecho incidental de que a Dios le haya placido dar el pan y el vestido a sus hijos par medio del trabajo cotidiano no debe oscurecer la verdad mayor de que Dios, en su infinito amor, está preocupado del cuidado de sus hijos, y esto sin referencia a su poder de ganar dinero (Flp_4:19; Heb_13:5). No es veraz el dicho: "Dios provee solamente para los que no pueden proveer para sí mismos." Él cuida de los suyos en todo tiempo, puesto que todo lo que tienen proviene de Él (1Sa_2:7).
En las relaciones entre los hombres hay que reconocer la necesidad de los contratos y salarios, porque "el obrero es digno de su salario" (Luc_10:7); pero, en relación con su Padre, el ideal más alto del cristiano acerca de su trabajo es que, sea lo que fuere que haga, lo hace por voluntad de Dios, por amor. a Él y como expresión de su devoción a Él. Del mismo modo, lo que recibe no lo ha ganado, sino que es la expresión del cuidado amoroso del Padre. Tal actitud no es sentimental ni poca práctica; es la única base sobre la que el creyente puede santificar todo su trabajo haciéndolo para la gloria de Dios, o puede estar en condiciones de «estar siempre gozoso» (1Ts_5:16) en medio de las cargas de la vida.

2. La posesión de dinero constituye una gran responsabilidad para todo cristiano sincero. En vista de la gran necesidad que se observa en todas las direcciones y del inmensurable bien que el dinero puede hacer, todo cristiano espiritual debe enfrentar la cuestión práctica relativa a la retención de sus posesiones en su poder. Sin duda, con frecuencia la voluntad de Dios es que uno conserve la propiedad; pero el cristiano rendido no da esto por concedido. Solo debe quedarse con su propiedad cuando Dios le orienta específicamente al respecto, y debiera estar sometido a su control. Los motivos que obran sobre los hombres, ricos y pobres —el deseo de ser ricos (1Ti_6:8-9, 1Ti_6:17-18; Stg_1:11; Heb_13:5; Flp_4:11), el deseo de prevenir alga para el día de la necesidad (Mat_6:25-34) y el deseo de proveer para los demás—, son dignos de elogio solo en la medida que cumplan la voluntad de Dios específicamente revelada a cada individuo.

3. El dar dinero que el cristiano ha ganado es un aspecto importante de cualquier servicio que el creyente brinda a Dios. El yo y el dinero son raíces de muchos males, y en el gasto del dinero, como en su adquisición y posesión, se espera que el cristiano esté en una relación de gracia con Dios. Esta relación supone que él primero se ha entregado a Dios can una dedicación sin restricciones (2Co_8:5); y una verdadera dedicación a Dios del yo incluye todo lo que uno es y tiene (1Co_6:20; 1Co_7:23; 1Pe_1:18-19) —su vida, tiempo, fuerzas, capacidades, ideales y posesiones
En lo referente a dar dinero, el principio de la gracia incluye el reconocimiento, por parte del creyente, de la autoridad soberana de Dios sobre todo lo que el creyente es y tiene, y contrasta con el sistema legal del Antiguo Testamento de los diezmos que estaban en vigor coma una parte de la ley hasta que la ley fue puesta a lado (Jua_1:16-17; Rom_6:14; Rom_7:1-6; 2Co_3:1-18; Gál_3:19-25; Gál_5:18; Efe_2:15; Col_2:14). Aunque algunos principios de la ley han seguido y se han reafirmado bajo la gracia, coma la observancia del sabbat, el diezmo no se ha impuesto sobre el creyente de ésta dispensación. Así coma el día del Señor superó al reposo legal y se ha adaptado a los principios de la gracia de una manera que el sabbat no podía, el diezmo ha sido superado par un sistema nuevo de dar que se adapta a las enseñanzas de la gracia de una manera que el diezmo no podía hacerlo.
En 2Co_8:1-24 a 2Co_9:1-15 se resume lo que es el dar baja la gracia, ilustrada par la experiencia de los santos de Corinto. En este pasaje descubrimos:
a) Cristo era su ejemplo. La forma en que el Señor se dio a sí mismo (2Co_8:9) es el patrón de toda dádiva bajo la gracia. Él no dio una décima parte; lo dio todo.
b) Su dádiva fue de su profunda pobreza. Aquí se emplea una sorprendente combinación de frases para describir lo que los corintios experimentaron en su acción de dar (2Co_8:2): "en grande prueba de tribulación", la abundancia de su gozo, "su profunda pobreza", riquezas de su generosidad. Además, acerca de la liberalidad a pesar de la gran pobreza, debemos recordar que la ofrenda de la viuda (Luc_21:1-4), que fue objeto de elogio de parte de nuestro Señor, no era una parte, sino todo lo que ella tenla.
c) La donación de ellos no fue par mandamiento ni por necesidad. Bajo la ley, el diezmo era un mandamiento y su pago era una necesidad; baja la gracia Dios no esta buscando el don, sino una expresión de devoción de parte del dador. Bajo la gracia no se impone ley alguna, y no se estipula ninguna proporción en el dar; y aunque es cierto que Dios obra en el corazón rendido así el querer coma el hacer par su buena voluntad (Flp_2:13), Él solamente se agrada en la ofrenda dada con alegría (2Co_9:7).
Si existiera una ley que determinara el monto que debe darse, indudablemente habría quienes tratarían de cumplir con el pago aun contra sus propios deseos. Así la ofrenda de ellos sería hecha "con tristeza" y "por necesidad". Si se dice que para sostener la obra del evangelio debe tenerse dinero sin importar Si fue dado con alegría a can tristeza, podemos responder que lo que cumple con el propósito deseado no es la cantidad dada, sino la bendición divina sobre la ofrenda.
Cristo dio de comer a cinco mil personas con cinco panes y dos peces. Hay evidencias abundantes como para demostrar que, dondequiera que los hijos de Dios han cumplido su privilegio de dar baja la gracia, su liberalidad ha dado coma resultado tener "siempre en todas las cosas todo lo suficiente", lo que ha hecho que los creyentes abunden en buenas obras, porque Dios es poderoso para hacer qué aun la gracia de dar "abunde en cada creyente (2Co_9:8).
d) Los cristianos primitivos "a sí mismos" se dieron primeramente. La ofrenda aceptable es precedida de una completa entrega de si mismo (2Co_8:5). Esto sugiere la importante verdad de que el dar baja la gracia, al igual que el dar bajo la ley, está limitado a una cierta clase de personas. El diezmo jamás fue impuesto por Dios a otra nación fuera de Israel. Así la ofrenda cristiana está limitada a los creyentes y es más aceptable cuando es dada por creyentes que han ofrendado sus vidas al Señor.
e) Además, los cristianos de la iglesia primitiva daban sistemáticamente. Al igual que con los diezmos, se sugiere una regularidad sistemática en el dar bajo la gracia. "Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado"(1Co_16:2). Esta orden ha sido dirigida a "cada uno" (cada cristiano), y esto no excusa a nadie; el dar debe ser de lo que se ha apartado para ello.
f) Dios sostiene al dador. Dios sostendrá la ofrenda de gracia con sus ilimitados recursos temporales (2Co_9:8-10; Luc_6:38). En esta conexión se puede ver que los que dan tanto como la décima parte, normalmente prosperan en las cosas temporales; pero coma el creyente no puede tener relación con la ley (Gál_5:1), es evidente que esta prosperidad es el cumplimiento de la promesa baja la gracia, y no el cumplimiento de promesas baja la ley. Así ninguna bendición es dependiente de un diezmar con exactitud.
Las bendiciones son atorgadas porque el corazón se ha expresado a través de la ofrenda. Es clara que no habrá ofrenda hecha a Dios de corazón que Él en su -gracia no reconozca. En esto no hay oportunidad para que personas astutas se hagan ricos. La ofrenda debe ser de corazón, y la respuesta de Dios será según su perfecta voluntad hacia su hijo. Él puede responder concediendo riquezas materiales, o por medio de bendiciones temporales según Él lo estime conveniente.
g) Las verdaderas riquezas son de Dios. Los cristianos corintios fueron enriquecidos can posesiones celestiales. Se puede ser rico en posesiones de este mundo y no ser rico para con Dios (Luc_12:21). A tales personas se extiende la invitación de que compren del Señor oro que es refinado en fuego (Apo_3:18). Por media de la absoluta pobreza de Cristo en su muerte, todos pueden ser enriquecidos (2Co_8:9); Es posible ser rico en fe (Stg_2:5) y rico en buenas abras (1Ti_6:18); pero en Cristo Jesús el creyente recibe las "riquezas de su gracia (Efe_1:7) y las riquezas de su gloria" (Efe_3:16).



SU CULTO EN LA ORACIÓN Y LA ACCIÓN DE GRACIA

Como vimos en Rom_12:1-2 y Heb_13:15-16, el cristiano, como sacerdote creyente, está ocupado con cuatro sacrificios:
1) El sacrificio de su cuerpo (Rom_12:1-2);
2) el sacrificio de alabanza (Heb_13:15);
3) el sacrificio de buenas obras (Heb_13:16); y
4) el sacrificio de la mayordomía o de la acción de dar presentada en la expresión «de la ayuda mutua no os olvidéis» (Heb_13:16). Dios se agrada de tales sacrificios (Heb_13:16). Hemos considerado ya el sacrificio de las buenas obras y la mayordomía de las posesiones temporales en el capítulo anterior, de modo que ahora consideraremos la obra del creyente sacerdote en la oración y la alabanza a Dios que forman la parte esencial de la adoración.
En la edad presente la adoración no es cuestión de forma o circunstancias, sino en las palabras de Cristo a la samaritana: «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Jua_4:24). En consecuencia, la adoración no está confinada a servicios sagrados en grandes catedrales; es la adoración del corazón del cristiano al expresar la alabanza y la intercesión ante su Padre Celestial en el nombre de Cristo. La oración y la alabanza son los principales elementos de la adoración y son actos de comunión directa de los hombres con Dios. El estudio de la doctrina de la oración y la alabanza en el Antiguo y el Nuevo Testamentos muestra que hay una revelación progresiva y un privilegio creciente.

A. LA ORACION ANTES DE LA PRIMERA VENIDA DE CRISTO

Aunque la oración personal y privada ha sido una práctica de los hombres piadosos a través de todas las edades, es evidente que la oración, en lo principal, era ofrecida por el patriarca en favor de su casa (Job_1:5) y, en el período que se extiende desde Moisés hasta Cristo, era ofrecida por los sacerdotes y gobernantes en favor de su pueblo. A través de todos los siglos comprendidos en este período la base de la oración consistía en invocar los pactos de Jehová (1Re_8:22-26; Neh_9:32; Dan_9:4) y su santo carácter (Gén_18:25; Éxo_32:11-14), y debía ser después de derramar la sangre del sacrificio (Heb_9:7).

B. LA ORACION EN LA EXPECTACION DEL REINO

La pretensión mesiánica de Cristo y el reinado de su parte fue rechazado por la nación de Israel; pero durante los primeros días de su predicación, y cuando el reino era ofrecido a Israel, enseñó a sus discípulos a orar por el reino que se iba a establecer en la tierra.
La conocida oración el Padrenuestro aparece en Mat_6:9-13 e incluye la petición «venga tu reino» (Mat_6:10). Esta oración tiene primariamente en vista la realización del reinado sobre la tierra en el milenio cuando Cristo reine como supremo soberano sobre la tierra. La doxología contenida en Mat_6:13 concluye: «porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén». Esta doxología no se encuentra en muchos manuscritos antiguos del Evangelio de Mateo y se omite en el relato paralelo de Luc_11:2-4. Muchos creen que fue añadida por los copistas de las Escrituras como una forma adecuada de concluir la oración. Sea que haya formado parte de Mateo originalmente o no, es un hecho que hace una afirmación correcta respecto de la doctrina del reino futuro.
Debido a que el Padrenuestro incluye además otros asuntos adecuados para todas las edades y circunstancias, tales corno la adoración del Padre, la petición del pan cotidiano y la liberación de la tentación, a menudo se ha tomado como una oración modelo. Sin embargo, es dudoso que ésa hay sido la intención de Cristo. La verdadera oración del Señor se encuentra en Juan 17, donde nuestro Señor intercedió p su iglesia en pleno reconocimiento del propósito de Di para su iglesia en la era actual.
Algunos han sostenido que el Padrenuestro se usa impropiamente en esta era, y, sin embargo, por sus muchas características que le hacen apto para todo tiempo, y su sencillez se ha hecho muy querido para muchos creyentes; aún más no es impropio que los que viven actualmente anhelen c oración la venida del reino milenial. Sin embargo, debe entenderse claramente que este reino no vendrá por esfuerzo humano antes de la segunda venida de Cristo, como algunos han enseñado, sino que espera el glorioso regreso de Cristo, que por su poder establecerá su reino sobre la tierra.

C. LA ORACION DE CRISTO

En Juan 17 se presenta la verdadera oración del Señor revela una libertad hasta lo sumo en la comunión entre Padre y el Hijo. En este capítulo Cristo ejerce su oficio de Sumo Sacerdote, y el tema de su oración es la necesidad de los creyentes sobre la tierra en la edad futura que vendría después de Pentecostés.
Mientras estuvo sobre la tierra antes de su muerte, Cristo pasó largo tiempo en oración (Mat_14:23), aun toda la noche (Luc_6:12), y es probable que la forma de su oración era 1a misma comunión familiar con Su Padre que se encuentra en Juan 17. La oración de Cristo no parece depender de las promesas o pactos, sino más bien descansa en su propia persona y en la obra sacerdotal del sacrificio. La oración d Cristo, especialmente en Juan 17, es, en consecuencia, un revelación de la obra intercesora de Cristo a la diestra d Dios Padre y que prosigue a través de toda la dispensación actual.

D. LA ORACION BAJO LA RELACION DE LA GRACJA

La oración no es igual a través de todas las edades, sino que, como todas las demás responsabilidades humanas, se adapta a las diversas dispensaciones. Con el gran avance de la revelación proporcionada por el Nuevo Testamento, la oración adquiere el nuevo estado de oración en el nombre de Cristo en la revelación plena de su sacrificio sobre la cruz.
Entre los siete rasgos sobresalientes de la vida del creyente bajo la gracia con Cristo mencionados en el aposento alto y en Getsemaní (Jn. 13:1 a 17:26) se incluye la oración. La enseñanza de Cristo sobre el tema vital de la oración se da en tres pasajes (Jua_14:12-14; Jua_15:7; Jua_16:23-24). Según esta palabra de Cristo, la posibilidad presente de la oración bajo la gracia se eleva por sobre las limitaciones terrenales en la esfera de las relaciones infinitas que obtiene en la nueva creación. Esta forma de oración puede considerarse bajo cuatro aspectos.

1. La función de la oración incluye no solamente la alabanza sino la presentación de las necesidades del creyente en la presencia del Señor, y la intercesión por los demás. El racionalismo enseña que la oración es irrazonable porque un Dios omnisciente sabría mejor que el hombre que ora aquello que éste necesita. Sin embargo, Dios, en su soberanía, ordenó la oración como el medio para el cumplimiento de su voluntad en el mundo y ha instruido a los que creen en Él para que presenten sus peticiones. La importancia de la oración se revela en Jua_14:13-14, donde Cristo prometió hacer todo lo que le pidiésemos en su nombre. Consecuentemente, Dios ha elevado la importancia de la oración al punto de que en gran parte Dios ha condicionado su acción a la oración fiel del creyente.
Esta responsabilidad es cosa establecida. Ya no es cuestión de racionalidad; es cuestión de ajuste. Es probable que no podamos comprender todo lo que hay detrás de ello, pero sabemos que en el ministerio de la oración el hijo de Dios es introducido en una asociación vital con la obra de Dios en una manera que de otro modo no podría participar. Pon cuanto el cristiano puede participar en la gloria que sigue, se le da la oportunidad de participar en el logro de ella. Esta responsabilidad en asociación no es extendida al creyente como una concesión especial; es la función normal de un persona por la cual ha sido derramada la sangre expiatoria (Heb_10:19-20), y que ha sido vitalmente unido con Cristo en la nueva. Creación. No es irracional que una persona que e parte viva de Cristo (Efe_5:30) tenga parte en su servicio en su gloria.
Cabe destacar que, en conexión con el anuncio del nuevo oficio de la oración como una sociedad en la ejecución dE plan, es que Cristo afirmó: «las obras que yo hago, él la hará también, y aun mayores las hará» (Jua_14:12), frase que es inmediatamente seguida por la segura afirmación de que solo Él emprende la tarea de responder a este ministerio de oración. Tan vital es esta unión del esfuerzo entre la oración y lo que Dios obrará en su respuesta que se dice que el creyente es el que hace las obras mayores.

2. El privilegio de orar en el nombre del Señor Jesús que bajo la gracia se extiende a todo hijo de Dios, da a la oración una característica que la eleva a un grado infinito que la eleva por sobre toda otra forma de oración que haya existido en el pasado o exista en el futuro. Asimismo, la forma presente de la oración supera todos los privilegios precedentes; porque cuando Cristo dijo: «Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre» (Jua_16:24), y así desechó toda otra base de oración que había existido.
Podemos estar seguros de que el nombre del Señor Jesúscristo atrae la atención del Padre y que el Padre no solo oirá cuando se usa ese nombre, sino que se sentirá inclinado hacer lo que se le pida por amor de su amado Hijo. El nombre de Cristo es equivalente a la persona de Cristo, y el nombre no se da a los creyentes para ser usado como un conjuro. La oración en el nombre de Cristo comprende el reconocimiento de sí como una parte viva de Cristo en la nueva creación y, por lo tanto, limita los temas de oración a aquellos proyectos que están en línea directa con los propósitos y la gloria de Cristo. Es hacer una oración que Cristo podría pronunciar. Puesto que orar en el nombre de Cristo es como poner la firma de Cristo a nuestra petición, es razonable que la oración tenga esa limitación.
Habiendo señalado que a veces la pobreza espiritual si se debe al hecho de que nosotros no pedimos, Santiago sigue diciendo que «pedís y no recibís, porque pedís mal, gastar en vuestros deleites» (Stg_4:2-3). Así la oración puede llegar a ser, o una atracción para obtener las cosas del yo, o una forma de lograr las cosas de Cristo. El creyente, habiendo sido salvado del yo y estando vitalmente unido con Cristo (2Co_5:17-18; Gál_3:3), ya no está preocupado del yo. Esto no es decir que se abandonan los mejores intereses del creyente; es afirmar que ahora se consideran estos intereses como que pertenecen a la nueva esfera en que Cristo es todo en todos. Estando en Cristo, es normal que nosotros oremos en su nombre y es anormal orar solo por los deseos del yo que nada tienen que ver con la gloria de Cristo.
Puesto que la oración solo es posible sobre la base de la sangre derramada y en virtud de la unión vital del creyente con Cristo, la oración de los inconversos no puede ser aceptada por Dios.

3. El alcance de la oración bajo la gracia se afirma en la frase "todo lo que", pero no sin que haya limitaciones razonables. Es todo lo que pidiereis en mi nombre, según el propósito y la gloria de Cristo. Antes que sea posible ofrecer la verdadera oración, el corazón debe conformarse a la mente de Cristo. "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecéis en vosotros, pedid todo lo que queréis (Jua_15:7); esto es verdadero; porque bajo este ajuste de corazón el hijo de Dios pedirá solamente las cosas que están dentro de la esfera de la voluntad de Dios.
Bajo la gracia, hay perfecta libertad de acción para aquel en quien Dios está obrando así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Flp_2:13). Asimismo, hay una libertad de petición ilimitada para el que ora dentro de la voluntad de Dios. Al creyente que está lleno del Espíritu Santo se le dice «De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad pues qué hemos de pedir corno conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los. Santos» (Rom_8:26-27). La perspectiva de la oración bajo la gracia no es estrecha; es tan infinita como los intereses eternos de aquel en cuyo nombre tenemos el privilegio de orar.

4. Todo creyente fiel debiera prestar cuidadosa atención a la práctica de la oración. Es altamente importante que los creyentes observen un horario regular de oración. Debieran evitar todo uso irreverente de la oración o las repeticiones inútiles que caracterizan al mundo pagano, y debieran seguir el orden divino prescrito para la oración bajo la gracia. Esto se afirma en las siguientes palabras: «En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo dará» (Jua_16:23), y la oración será hecha en el Espíritu (Jud_1:20).
Este orden no ha sido impuesto en forma arbitraria. Sin embargo, dirigir la oración a Cristo es abandonar su mediación orando a Él, en lugar de orar por medio de Él, sacrificando, por lo tanto, el rasgo más vital de la oración baja la gracia: la oración en su nombre. Dirigir la oración al Espíritu de Dios es orar al Espíritu, en lugar de orar por él, y ello implica que hasta ese punto estamos dependiendo de nuestra propia suficiencia.
Entonces podría concluirse que, bajo la gracia, la oración debe ser dirigida al Padre en el nombre del Hijo y en el poder del Espíritu Santo.

E. LA ORACION DE ACCION DE GRACIAS

La verdadera acción de gracias es la expresión voluntaria de una gratitud de corazón por los beneficios recibidos. Su efectividad depende de la sinceridad, así como su intensidad depende del valor que se le dé a los beneficios recibidos (2Co_9:11). La acción de gracias es algo completamente personal. Hay obligaciones que nos corresponden a nosotros y que podrían asumirlas otras personas, pero nadie puede ofrecer palabras de acción de gracias en lugar nuestro (Lev_22:29).
La acción de gracias no es de ningún modo un pago por el beneficio recibido; más bien es reconocer con gratitud el hecho de que el que ha recibido el beneficio está endeudado con el dador. Puesto que no hay pago que pueda hacerse a Dios por sus beneficios incontables e inmensurables, a través de las Escrituras se sostiene la obligación de ser agradecidos a Dios, y toda acción de gracias está estrechamente relacionada con la adoración y la alabanza.
Bajo el antiguo orden las relaciones espirituales de Dios se expresaban de una manera material. Entre éstas se hizo provisión para la ofrenda, sacrificio de acción de gracias (Lev_7:12-13, Lev_7:15; Sal_107:22; Sal_116:17). En forma similar, en esta era es un privilegio del creyente hacer ofrendas y sacrificios de acción de gracias a Dios. Sin embargo, si mientras se ofrece la donación de acción de gracias el motivo incluye un pensamiento de compensación, se destruye el valor esencial de la acción de gracias.
El tema de la oración se menciona muchas veces en el Antiguo Testamento y frecuentemente en los Salmos. En el Antiguo Testamento se da dirección explicita para las ofrendas de acción de gracias (Lev_7:12-15), y la alabanza y la acción de gracias fueron especialmente enfatizadas en el avivamiento que hubo bajo la dirección de Nehemías (Neh_12:24-40). Del mismo modo, el mensaje profético del Antiguo Testamento anuncia las acciones de gracias como uno de los rasgos especiales de la adoración en el reino venidero (Isa_51:3; Jer_30:19). Del mismo modo, hay incesantes acciones de gracia en los cielos (Apo_4:9; Apo_7:12; Apo_11:17).
Una característica importante de la acción de gracias en el Antiguo Testamento es la apreciación de la persona de Dios sin consideración de los beneficios recibidos de Él (Sal_30:4; Sal_95:2; Sal_97:12; Sal_100:1-5; Sal_119:62). Aunque ha sido constantemente descuidado, el tema de la acción de gracias es importantísimo y ese tipo de alabanza es razonable y adecuado. Bueno es alabarte, oh Jehová (Sal_92:1).
En el Nuevo Testamento el tema de la acción de gracias se menciona unas cuarenta y cinco veces, y esta forma de alabanza se ofrece por las bendiciones temporales y por las espirituales. La infaltable práctica de Cristo de dar gracias por los alimentos (Mat_15:36; Mat_26:27; Mar_8:6; Mar_14:23; Luc_22:17,  Luc_22:19; Jua_6:23; 1Co_11:24) debiera ser un ejemplo efectivo para todos los creyentes. El apóstol Pablo también fue fiel en este sentido (Hch_27:35; Ro_14:6; 1 Ti_4:3-4).
La acción de gracias de parte del apóstol Pablo es digna de atención. Él usa la frase «Gracias a Dios» en relación con Cristo el «don inefable» (2Co_9:15), tocante a la victoria obtenida sobre el sepulcro y que fue asegurada por medio de la resurrección (1Co_15:57), y en conexión con el triunfo presente que es nuestro por medio de Cristo (2Co_2:14). Su acción de gracias a Dios por los creyentes (1Ts_1:2; 1Ts_3:9), por Tito en particular (2Co_8:16), y su exhortación en el sentido de que se den acciones de gracias por todos los hombres (1Ti_2:1) son igualmente lecciones objetivas para todos los hijos de Dios.
Cabe destacar dos importantes características de la acción de gracias según el Nuevo Testamento.

1. La acción de gracias debe ser incesante. Par cuanto la adorable persona de Dios no cambia y sus beneficios nunca cesan, y puesto que la abundante gracia de Dios redundará para gloria de Dios por la acción de gracias de muchos (2Co_4:15), es razonable que las acciones de gracias sean dadas a Él sin cesar. De esta forma de alabanza leemos:
«Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre» (Heb_13:15; compárese con Efe_1:16; Efe_5:20; Gál_1:3; Gál_4:2). Esta característica de la acción de gracias también se enfatiza en el Antiguo Testamento (Sal_30:12; Sal_79:13; Sal_107:22; Sal_116:17).

2. Las acciones de gracias deben ser ofrecidas por todo como se dice en Efe_5:20: «Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.» Un mandamiento similar se encuentra en 1Ts_5:18: «Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotras en Cristo Jesús» (cf. con Flp_4:6; Gál_2:7; Gál_3:17).
Hay mucha distancia entre dar gracias siempre por todo y el dar gracias algunas veces y por algunas cosas. Sin embargo, habiendo aceptado que a los que aman a Dios todas las cosas ayudan a bien, es correcto que se dé gracias a Dios por todas las cosas. Esta alabanza, que honra a Dios, puede ser ofrecida solamente por los que son salvos y que están llenos del Espíritu (Efe_5:18-20). Daniel dio gracias a Dios enfrente de la sentencia de muerte (Dan_6:10), y Jonás dio gracias a Dios desde el vientre del gran pez y desde las profundidades del mar (Jon_2:9).
El abundante pecado de la ingratitud hacia Dios se ve ilustrado por uno de los sucesos registrado en la vida de Jesús. Cristo limpió a diez leprosos, pero solamente uno volvió para dar gracias, y éste era samaritano (Luc_17:11-19). Aquí debemos notar que la ingratitud es un pecado, y se incluye como uno de las pecados de las últimos días (2Ti_3:2).
Es probable que haya sincera gratitud de parte de muchos inconversos que tratan de ser agradecidos a Dios por los beneficios temporales; pero fallan lamentablemente al no apreciar el don de su Hijo, lo que los convierte en personas muy ingratas ante la vista de Dios.
En los Estados Unidos se estableció un día llamado de Acción de Gracias. Fue establecido por creyentes y para los creyentes reconociendo que el pecador que rechaza a Cristo no puede ofrecer una acción de gracias aceptable a Dios.


SU ORGANIZACIÓN Y ORDENANZAS

A. GOBIERNO DE LA IGLESIA

La iglesia, como cuerpo de Cristo, comprende a todos los cristianos que se han unido a Cristo como cabeza del cuerpo por medio del bautismo del Espíritu. La iglesia como un organismo ha sido ordenada sobre la base del mismo principio del cuerpo humano, porque cada parte se relaciona con las demás partes y todo el cuerpo se relaciona con la cabeza que dirige el cuerpo. El cuerpo de Cristo no necesita esencialmente de una organización, puesto que su relación es espiritual y sobrenatural.
Sin embargo, en la iglesia local, tanto en los tiempos bíblicos como ahora, es necesario tener cierta organización en la práctica. En la historia de la iglesia se encuentran tres formas de gobierno de la iglesia, cada una de las cuales tiene sus raíces en los tiempos apostólicos.

1. La forma episcopal de gobierno reconoce un obispo, o dirigente eclesiástico, como quiera que se le denomine, que, en virtud de su oficio, tiene poder de dirigir la iglesia local. Esto ha dado origen a la compleja organización de la Iglesia Católica Romana, o a los sistemas más sencillos de la Iglesia Episcopal y de la Iglesia Metodista, en las que se designan obispos para supervisar las actividades de las iglesias en una determinada área.

2. Una forma representativa de gobierno que reconoce la autoridad de representantes debidamente designados por las iglesias locales, normalmente agrupadas geográficamente, como es el caso de las iglesias reformadas y presbiterianas. Los representantes de un grupo de iglesias locales (presbiterio) a veces quedan bajo la jurisdicción de un cuerpo mayor o sínodo, el que a su vez puede quedar bajo la autoridad de un cuerpo mayor denominado asamblea general. Aunque varían las reglas y la extensión del poder, la idea es que la autoridad constituida de la iglesia la ejercen representantes debidamente elegidos.

3. La forma congregación al de gobierno es aquella que pone la autoridad en la congregación local, y los asuntos importantes son decididos por las congregaciones sin considerar la autoridad de otras iglesias u oficiales. Esta forma de gobierno se ve en las iglesias congregacionales, las iglesias de los discípulos y en las iglesias bautistas. Aunque las iglesias locales pueden estar sometidas en algún grado a cuerpos mayores, comités u oficiales, el concepto de una iglesia congregacional es que la iglesia local determina sus propios asuntos, elige y ordena sus ministros y dirige el uso de sus ingresos.
En cierta medida se ven las tres formas de gobierno en la iglesia primitiva. Algunas de las iglesias primitivas reconocen que los apóstoles tienen la autoridad primaria. Sin embargo, esto parece haber acabado junto con la primera generación de cristianos. En el concilio de Jerusalén se ilustra el gobierno representativo. (Hch. 15), donde los apóstoles y ancianos reunidos fueron considerados como una autoridad en cuestiones doctrinales surgidas en las iglesias. Sin embargo, estrictamente hablando, ellos no habían sido elegidos ni eran representantes de la iglesia en el sentido moderno. A medida que las iglesias maduraron y ya no necesitaron la supervisión apostólica, parece que el gobierno fue pasando a las iglesias locales mismas. Esta parece ser la situación en el caso de las siete iglesias de Asia mencionadas en Apocalipsis 2- 3, las cuales no estaban sujetas a autoridad humana aunque permanecían bajo la autoridad de Cristo mismo. Es dudoso si las Escrituras autorizan un gobierno extenso complejo como el que a veces se ve en la iglesia moderna, y parecería necesario volver a la sencillez bíblica.

B. EL ORDEN DE LA IGLESIA

El concepto de orden eclesiástico se relaciona con quiénes tienen la autoridad en la iglesia local y proporcionan el liderazgo para ella. En el Nuevo Testamento la iglesia local incluía a las personas designadas como obispos y ancianos y que eran los líderes responsables de la iglesia local. Es probable que los obispos y ancianos fueran las mismas personas aunque los títulos eran algo diferentes en significado.
El concepto de anciano en el Nuevo Testamento derivó probablemente de los ancianos que ejercían la autoridad sobre Israel (Mat_16:21; Mat_26:47, Mat_26:57; Hch_4:5, Hch_4:23) y señalaba a una persona madura en juicio y digna de una posición de autoridad. De aquí que un anciano fuera una persona que tenía cualidades personales que lo calificaban para el liderazgo, mientras el término «obispo» o «sobreveedor» describía el oficio o función de la persona. El obispo era siempre anciano, pero un anciano no siempre era obispo bajo ciertas circunstancias, esto es, podía tener las cualidades sin ejercer el oficio. Parece que normalmente las palabras habían sido usadas en un sentido idéntico en la iglesia primitiva (Tit_1:5-7).
En la era apostólica los obispos y ancianos en una iglesia local eran varios, aunque quizás algunos tenían más autoridad como líderes que otros. Los obispos y ancianos recibían la carga de ciertas responsabilidades tales como gobernar la iglesia (1Ti_3:4-5; 1Ti_5:17), tenían que proteger la iglesia contra el error moral o teológico (Tit_1:9) y debían dirigir o supervisar la iglesia en la forma que un pastor lo haría con su rebaño (Jua_21:16; Hch_20:28; Heb_13:17; 1Pe_5:2). Aunque eran designados por los apóstoles, parece que a medida que las iglesias maduraban la iglesia misma era la que hacía las designaciones, y la designación era un reconocimiento de sus cualidades espirituales que los calificaban para los puestos de liderazgo (Hch_14:23; Hch_20:28; Tit_1:5; 1Pe_5:2).
Además de los ancianos y obispos, otros eran designados diáconos. En la iglesia primitiva se preocupaban en el cuidado de los necesitados y en ministrar a las necesidades físicas, aunque también podían tener dones espirituales (Hch_6:1-6; 1Ti_3:8-13). Como los ancianos, eran apartados para su oficio por los apóstoles ( Hch. 6:6; Hch._13:3; 2 Ti_1:6) o podían ser nombrados por los ancianos (1Ti_4:14) en la iglesia primitiva. Como en el caso de ancianos y obispos, debe hacerse distinción entre el oficio de diácono y el ministerio que un diácono pudiera desarrollar. Felipe es una ilustración de una persona que tenía el oficio de diácono pero que por don espiritual era un evangelista (Hch_6:5; Hch_21:8).
En la iglesia de hoy algunas iglesias tienden a reconocer un solo pastor como el anciano y a los demás oficiales que le asisten en las tareas espirituales como diáconos. Sin embargo, esto parece no estar basado en una práctica bíblica.

C. ORDENANZAS DE LA IGLESIA

La mayor parte de las iglesias protestantes reconocen solamente dos ordenanzas: el bautismo y la cena del Señor. Las excepciones las constituyen ciertos cuerpos eclesiásticos que, entre las ordenanzas, incluyen el lavamiento de los pies, en la forma que Cristo lavó los pies a los discípulos (Jn. 13). La Iglesia Católica Romana agrega un cierto número de ordenanzas. Solamente el bautismo y la cena del Señor son universalmente reconocidos.

1. La ordenanza del bautismo con agua se ha visto sujeta a incontables controversias durante la historia de la iglesia y ha traído como resultado importantes divisiones en la iglesia organizada. En general, las discusiones han caído sobre dos puntos importantes:  
1) si el bautismo con agua es solamente un ritual o realmente otorga algún beneficio espiritual al receptor;

2) la cuestión del modo, si el bautismo es por inmersión o si puede administrarse válidamente por efusión, refiriéndose al bautismo por rociamiento o por efusión de agua sobre el bautizado.
Los que sostienen que el bautismo con agua es un ritual, creen que representa una verdad espiritual, pero que en sí mismo no otorga ninguna gracia sobrenatural a la persona bautizada. El concepto de que el bautismo es un ritual es la mejor interpretación. Quienes sostienen que el bautismo con agua confiere alguna gracia especial varían ampliamente en la medida que el bautismo beneficia a la persona bautizada.
Algunos creen en la regeneración bautismal, esto es, que el agua aplicada en el bautismo afecta el nuevo nacimiento del creyente; otros sostienen que solamente provee una gracia o inclinación hacia la fe y obediencia del evangelio. Quienes se oponen a la idea del bautismo como sólo un ritual se refieren al bautismo como un bautismo real inseparablemente relacionado con el bautismo del Espíritu y el nuevo nacimiento del creyente.
El segundo problema surge en conexión con el modo del bautismo. Aquí la controversia gira en torno a la cuestión de si la palabra «bautizar» se usa en sentido primario o secundario. El significado primario de bautizar es «sumergir» o «meter en» algo, agua por ejemplo. La palabra griega que significa «zambullir» no se usa para dar la idea de bautismo con agua. Consecuentemente algunos argumentan que el bautismo se usa en el sentido secundario de iniciación según el cual uno pasa de una relación antigua a una nueva relación.
Cristo se refirió a su muerte como un bautismo (Mat_20:22-23), y los israelitas que pasaron el mar Rojo sin que el agua los tocara son señalados como bautizados en la nube y en el mar (1Co_10:2). En esto se basa el argumento que dice que la inmersión física en agua no es necesaria en el bautismo bíblico.
En la historia de la iglesia surgió la práctica del derramamiento de agua sobre la persona bautizada en cumplimiento del símbolo del derramamiento del Espíritu en la salvación, o la aplicación de agua en cantidad menor, bautismo que se llama por aspersión. La historia de esta doctrina se ha caracterizado por discusiones sin fin. En algunos casos, como el ejemplo del bautismo de Cristo, las implicaciones parecen señalar que fue bautizado por inmersión. En otros casos, como en el bautismo del carcelero de Filipos (Hch_16:33), se sostiene que es muy improbable que el carcelero y su casa pudieran haber sido sumergidos en la oscuridad de la mañana antes del amanecer, y el bautismo normalmente tendría que haber sido por rociamiento mientras aún estaban en la casa.
Como el bautismo por inmersión es reconocido por todos como un bautismo ritual, la tendencia ha sido seguir este modo en muchas iglesias evangélicas en vez de entrar en la controversia de si la efusión es el modo legítimo de bautismo. Sin duda, se ha dado excesiva importancia al modo de bautismo, ya que la cuestión más importante es si el individuo ha nacido de nuevo y ha sido bautizado por el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo. En los diccionarios bíblicos se pueden encontrar argumentos en pro y en contra de las diversas definiciones del modo y el significado del bautismo.
Otro problema que surge en torno al bautismo como un ritual es la cuestión del bautismo infantil en oposición al bautismo de creyentes. Hay relativamente poca evidencia bíblica para el bautismo infantil. Sus adherentes normalmente consideran el bautismo infantil como la expresión contemporánea de la separación de un hijo para Dios, acto que en Israel era representado por la circuncisión. Aun cuando hubo bautismo de familias completas, como en Hechos 16, que incluían presumiblemente algunos niños, no hay un caso claro de bautismo infantil en la Biblia. Consecuentemente, la mayoría de los evangélicos prefieren un servicio de dedicación, dejando el bautismo con agua para el momento en que haya un reconocimiento de una fe verdadera en Cristo de parte de personas que tienen edad suficiente para hacer esa decisión con discernimiento.
La práctica del bautismo infantil sólo puede ser una expresión de la confianza y esperanza de los padres de que su hijo finalmente llegará a la salvación. En todo caso, el bautismo de adultos debiera seguir a la evidencia de una fe verdadera en Cristo. Aunque el modo de bautismo no está necesariamente unido a la cuestión del bautismo infantil, los infantes, generalmente hablando, son bautizados por afusión y no por inmersión, y quienes aceptan la inmersión como el único modo de bautismo, generalmente aceptan únicamente el bautismo de personas que han puesto su fe en Cristo.
Sea cual fuere el modo del bautismo, el significado final es que el creyente es separado de lo que era sin Cristo para ser lo que es en Cristo, participando en los beneficios de la muerte y resurrección de Cristo. La iglesia primitiva observó el rito del bautismo en forma constante, y prácticamente todas las ramas de la iglesia practican el bautismo en alguna forma en el día de hoy.

2. La ordenanza de la cena del Señor fue instituida la noche antes de la crucifixión de Cristo como una representación simbólica de la participación del creyente en los beneficios de su muerte. Como tal, ha sucedido a la Pascua que los judíos han celebrado permanentemente desde su salida de Egipto.
Según la exposición dada en 1Co_11:23-29, al ordenar a sus discípulos que comieran el pan, Jesús les dijo que el pan representaba su cuerpo que sería sacrificado por ellos. Debían observar este ritual durante su ausencia en memoria de Cristo. Cristo declaró que la copa de vino era el nuevo pacto en su sangre; al beber de la copa recordarían a Cristo especialmente en su muerte. Debía observar esta, celebración hasta su regreso.
La historia de la iglesia ha visto interminables controversias en torno a la cena del Señor. En general se han destacado tres puntos de vista principales. La Iglesia Católica Romana ha sostenido la doctrina de la «transubstanciación», esto es, el pan y el vino se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo y la persona que participa en ellos está participando literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, aunque sus sentidos puedan reconocer que los elementos siguen siendo pan y vino. Un segundo punto de vista es sustentado por los luteranos y se le llama «consubstanciación», aunque la palabra no es aceptada por los luteranos. Este punto de vista sostiene que, aunque, el pan sigue siendo pan y. el vino sigue siendo vino, en ambos elementos está, la presencia del cuerpo de Cristo, y de este modo uno participa del cuerpo de Cristo al observar la cena del Señor.
Un tercer punto de vista sustentado por Zuinglio es llamado punto de vista conmemorativo y sostiene que la observancia de la cena del Señor es una «conmemoración» de su muerte sin que ocurra ningún cambio sobrenatural en los elementos. Calvino sostuvo una variante de esto según la cual Cristo estaba espiritualmente en los elementos.
Las Escrituras parecen apoyar el punto de vista conmemorativo, y los elementos que contendrían o simbolizarían la presencia de Cristo serían más bien un reconocimiento de su ausencia. En armonía con esto, la cena del Señor debe ser celebrada hasta que Él venga.
Una observancia adecuada de la cena del Señor debe tener en cuenta las cuidadosas instrucciones del apóstol Pablo en 1Co_11:27-29. La cena del Señor debe observarse con la debida reverencia y después de un auto examen. El que participa de la cena de una manera descuidada o indigna acarrea condenación sobre sí. Pablo dice: «Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa (1Co_11:28).
Muchos cristianos han considerado, con mucha justicia, que la cena del Señor es un momento sagrado de conmemoración de la muerte de Cristo y de todo lo que ello significa para el cristiano individual. Como Pablo lo dice, es un tiempo de examen interior, un momento de confesión de pecados y de restauración. Además, es un recordatorio de los maravillosos beneficios que han alcanzado a cada creyente por medio de la muerte de Cristo.
Así como la cena del Señor señala hacia el hecho histórico de la primera venida de Cristo y su muerte en la cruz, debe también señalar hacia su segunda venida cuando la observancia de la cena del Señor cesará. Aun cuando no se da una indicación clara de la frecuencia de la observancia, parece probable que los cristianos primitivos la practicaban con frecuencia, quizás una frecuencia de una vez a la semana cuando se reunían el «primer» día para celebrar la resurrección de Cristo. En todo caso, la observancia de la cena del Señor no debiera ser distante en el tiempo, sino en obediencia respetuosa y adecuada a su mandamiento de hacerlo hasta que Él venga.



El cuerpo y la esposa de Cristo y su recompensa

A. SIETE FIGURAS DE CRISTO Y SU IGLESIA

En las Escrituras se usan siete figuras para revelar la relación entre Cristo y su iglesia.

1. El Pastor y la oveja que aparecen anunciados en el Sal_23:1-6 se usan en Juan 10, donde Cristo es el Pastor y los que creen son las ovejas. Según este pasaje:

a) Cristo vino por la puerta, esto es, a través del linaje escogido de David;

b) El es el verdadero pastor, al que siguen las ovejas;

c) Cristo es también la Puerta de las ovejas, la puerta de entrada en la salvación y la puerta que da seguridad (Jua_10:28-29);

d) el Pastor da alimento y vida a las ovejas;

e) en contraste, otros pastores solo son asalariados que no dan su vida por sus ovejas;

f) hay comunión entre las ovejas y el Pastor; así como el Padre conoce al Hijo y el Hijo conoce al Padre, las ovejas conocen al pastor;

g) aunque Israel pertenecía a un redil diferente en el Antiguo Testamento, en la era actual hay un redil y un Pastor, en el cual judíos y gentiles por igual tienen salvación (Jua_10:16);

h) como Pastor, Cristo no sólo pone su vida por sus ovejas, sino que vive para siempre para interceder por ellas y darles la vida espiritual y el alimento necesario (Heb_7:25). Según el Sal_23:1, «Jehová es mi pastor; nada me faltará».

2. Cristo es La Vid verdadera, y los creyentes son los pámpanos. Aunque Israel estaba vinculado con Dios en la figura de la vid en el Antiguo Testamento, Cristo es la Vid verdadera y los creyentes son los pámpanos, según Juan 15. La figura habla de la unión con Cristo y de la comunión con Cristo. Se exhorta a los creyentes que permanezcan en una comunión inquebrantable con Cristo (Jua_15:10), y el resultado de permanecer en Él es la limpieza o poda (v. Jua_15:2), la oración eficaz (v. Jua_15:7), gozo celestial (v. Jua_15:11) y verdad eterna (v. Jua_15:16). La verdad central de la vid y los pámpanos es que el creyente no puede gozar de la vida cristiana o ser fructífero en su servicio sin estar unido vitalmente con Cristo, la Vid verdadera.

3. Cristo es La Piedra del ángulo, y la iglesia comprende Las Piedras del edificio. En contraste con el Antiguo Testamento, en que Israel tenía un templo (Ex_25:8), la iglesia es un templo (Efe_2:21). En la figura, Cristo es presentado como la principal piedra del ángulo y los creyentes como piedras del edificio (Efe_2:19-22). El propósito presente de Dios es edificar su iglesia (Mat_16:18). En la construcción de la iglesia como un edificio, cada piedra es una piedra viva porque participa de la naturaleza divina (1 Pe_2:5); Cristo es la piedra principal del ángulo y el fundamento (1Co_3:11; Efe_2:20-22; 1Pe_2:6); y el edificio, como un todo, llega a ser «morada de Dios en el Espíritu» (Efe_2:22). En la figura del edificio es evidente que cada creyente depende de Cristo como fundamento, y como piedra del ángulo, y las piedras del edificio, igualmente, revelan la interdependencia de los creyentes, siendo el edificio, como un todo, el templo de Dios en el Espíritu.

4. El Nuevo Testamento presenta a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, y a los creyentes como sacerdotes. Según se señaló en estudios anteriores, si el creyente como sacerdote tiene un sacrificio cuádruple:

a) ofrece un servicio de sacrificio, presentándose a sí mismo de una vez para siempre a Dios (Rom_12:1-2);

b) ofrece un servicio de adoración, dando alabanza y acción de gracias a Dios (Heb_13:15), incluyendo un servicio de intercesión u oración por sus propias necesidades y por las de los demás (Rom_8:26-27; Col_4:12; 1Ti_2:1; Heb_10:19-22). Cristo, como Sumo Sacerdote nuestro, entra en el cielo por medio de su sangre derramada en el Calvario (Heb_4:14-16; Heb_9:24; Heb_10:19-22) y ahora intercede por nosotros (Rom_8:34; Heb_7:25).
Como miembros de un real sacerdocio, es importante Señalar que los creyentes además ofrecen:

c) el sacrificio de buenas obras, y

d) el sacrificio de su sustancia, además de haber ofrecido sus cuerpos en sacrificio vivo (Heb_13:16).

5. Cristo como la Cabeza y la iglesia como el cuerpo de Cristo revelan el propósito presente de Dios. A esta figura le daremos consideración aparte y más detallada un poco más adelante en este capítulo.

6. Cristo como el segundo Adán y la iglesia como nueva creación es una figura en que Cristo, como el resucitado, reemplaza a Adán, La cabeza del antiguo orden, y llega a ser cabeza de las nuevas criaturas en Cristo. Esta figura está basada en la certeza de la resurrección de Cristo y en la importancia de que Cristo haya establecido un nuevo orden en su resurrección. El creyente está en Cristo por el bautismo del Espíritu, en contraste con el estar en Adán. En su nueva posición en Cristo, él recibe todo lo que Cristo hizo en su favor al proporcionarle justicia y nueva vida en Cristo. Puesto que Cristo es cabeza de la nueva creación, es necesario un nuevo día conmemorativo, el primer día de la semana, en contraste con el sabbath (sábado), que pertenecía al viejo orden.

7. Cristo como el Esposo y la Iglesia como la esposa es una figura profética de la relación presente y futura entre Cristo y su iglesia. En contraste con Israel, presentado en el Antiguo Testamento como una esposa infiel a Jehová, la iglesia se revela en el Nuevo Testamento como una virgen que espera la venida de su Esposo. Esto será objeto de una amplia discusión más adelante en este capítulo. Como la iglesia, cuerpo de Cristo, es la figura más importante que revela el propósito presente de Dios, así la iglesia como la esposa es la figura más importante que revela la relación futura de la Iglesia con Cristo.

B. La iglesia como el cuerpo de Cristo

La discusión del bautismo del Espíritu en un capítulo anterior sacó a la luz la revelación neotestamentaria de la iglesia unida y constituida en el cuerpo de Cristo por el bautismo del Espíritu, según la declaración de 1Co_12:13 : «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo espíritu». En esta figura se presentan tres verdades de gran importancia:

1) la iglesia es un cuerpo que se desarrolla por si mismo;

2) los miembros del cuerpo reciben dones especiales y se les asignan servicios especiales;

3) el cuerpo es una unión viviente u organismo.

1. Como cuerpo que se desarrolla por sí mismo, Efe_4:11-16 presenta la iglesia como una entidad compuesta por individuos que tienen dones espirituales. De aquí que algunos sean apóstoles, otros profetas, evangelistas, pastores y maestros. La verdad central es que los creyentes no solamente reciben la exhortación de servir a Dios en sus diversas capacidades, sino que están equipados para hacer un trabajo en particular para el cual Dios los ha llamado. El creyente cumple sus propios servicios cuando cumple el rol particular que se le ha asignado en el cuerpo de Cristo y participa en el perfeccionamiento del cuerpo de Cristo (Efe_4:13).

2. A los miembros del cuerpo de Cristo se les asigna un servicio específico que está de acuerdo con los dones que han recibido. Así como en el cuerpo humano los diferentes miembros tienen funciones distintas, en el cuerpo de Cristo ocurre lo mismo. Es importantísimo que cada creyente se examine seriamente a fin de ver qué dones Dios le ha dado, y luego los use para la gloria de Dios. En Rom_12:3-8 y 1Co_12:28 se mencionan importantes dones. Cada creyente tiene algunos dones y hay creyentes que pueden tener más que otros. Los dones espirituales, aunque a veces están relacionados con habilidades naturales, no deben ser confundidos con ellas.
Por ejemplo, aunque una persona tenga naturalmente el don de la enseñanza, solamente Dios puede dar el don de enseñar cosas espirituales.
Los dones espirituales no se consiguen buscándolos, sino por el Espíritu que reparte «a cada uno en particular como él quiere» (1Co_12:11). En la iglesia apostólica se recibieron algunos dones que han seguido hasta el presente; otros fueron dones señales que ciertamente cesaron después de la primera generación de cristianos. Sin embargo, cada don está sujeto a regulación por la Palabra de Dios y no es una base adecuada para el orgullo, siendo una gran responsabilidad por la cual cada creyente tendrá que rendir cuentas.
Aunque las iglesias locales pueden desarrollar complicadas organizaciones, la obra de Dios es realizada primariamente por medio de la iglesia como un organismo dirigido por Cristo, la Cabeza, en conformidad a las capacidades de cada miembro individual. Aunque no es raro que a un creyente en Cristo se le pida que sirva en una esfera para la cual no está especialmente dotado, obviamente su función más elevada será la de realizar la tarea para la cual fue incorporado al cuerpo de Cristo. Al presentar su cuerpo al Señor en sacrificio vivo puede conocer la perfecta voluntad de Dios (Rom_12:1-2).

3. El cuerpo es un organismo vivo que está eternamente unido en Cristo. La unidad del cuerpo, que comprende judíos, gentiles y personas de diversas razas y culturas, es presentada en Efe_1:23; Efe_2:15-16; Efe_3:6; Efe_4:12-16; Efe_5:30. La iglesia como cuerpo de Cristo tiene una unidad maravillosa en la que se ignora la división entre judío y gentil, y ambos tienen los mismos privilegios y acceso a la misma gracia. El cuerpo de Cristo acusa un agudo contraste con la relación entre Dios e Israel y los gentiles en el Antiguo Testamento y es una situación única, limitada a la edad presente. Según Efesios 3, los miembros del cuerpo participan en la maravillosa verdad, que estuvo oculta para los profetas del Antiguo Testamento, pero revelada en el Nuevo, de que los gentiles son coherederos, forman el mismo .cuerpo y participan de las mismas promesas en Cristo que los judíos (Efe_3:6). La unidad del cuerpo enfatizada en Efe_4:4-7 es una unidad eterna que es la base de la comunión y el servicio cristiano en la edad actual y la base, para una comunión eterna en la edad venidera.

C. CRISTO COMO EL ESPOSO Y LA IGLESIA COMO LA ESPOSA

De las siete figuras de Cristo y la iglesia, solamente la figura del esposo y la esposa tiene una significación profética. En contraste con Israel, que fue la esposa infiel de Jehová, la iglesia es representada en el Nuevo Testamento como la virgen pura que espera la venida de su Esposo (2Co_11:2). Cristo como el Esposo ya es presentado en Jua_3:29 por Juan el Bautista.
Sin embargo, la revelación más importante la da Efe_5:25-33 para ilustrar la relación correcta que debe haber entre marido y mujer en Cristo. Aquí se revela la triple obra de Cristo:

a) en su muerte, «Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (v., Efe_5:25);

b) Cristo está realizando su obra presente para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra (v. Efe_5:26);

c) a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha (v. Efe_5:27). Al morir en la cruz Cristo cumplió el simbolismo oriental de pagar una dote al precio necesario para tomar una esposa. En la era actual, mediante el lavamiento de agua, la aplicación de la Palabra de Dios y la santificación del creyente,
Cristo está preparando y purificando a su esposa para su relación futura. Al final del siglo, en el arrebatamiento de la iglesia, el Esposo vendrá por su esposa y la llevará al cielo. Allí Ella se presentará como la iglesia que refleja su gloria, perfecta, sin mancha ni arruga, una esposa santa, digna de un Esposo santo. La fiesta de bodas que seguirá, probablemente consumada en la comunión espiritual del reino milenial, verá reunirse a todos los demás santos para la celebración de la boda de Cristo y su iglesia. Esta fiesta de boda se anuncia en Apo_19:7-8 en el momento mismo en que Cristo está por venir a la tierra a establecer su reino.
El amor de Cristo por su iglesia que se revela en esta figura, es una notable demostración del amor de Dios. Se pueden mencionar cinco características del amor de Dios.

1. La duración eterna del amor de Dios brota del hecho de que Dios es amor (1Jn_4:8). Él no ha obtenido el amor por esfuerzo propio, o por cultivo de su persona, ni considera el amor como algo separado de su personalidad que pudiera abandonar a voluntad. El amor es una parte vital de su ser. Si Él hubiera tenido principio, el amor habría comenzado cuando Él empezó. Si cesara su amor, dejaría de existir una parte esencial de la persona de Dios. Él es lo que es, en gran parte, porque es amor. El amor de Dios no puede cambiar. A Israel le dijo: «Con amor eterno te he amado (Jer_31:3); y de Cristo está escrito: Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (literalmente: «sin fin»; Jua_13:1; cf. con Jua_15:9). El amor de Dios hacia un individuo no tiene fluctuaciones ni tiene fin.

2. El amor de Dios motiva su incesante actividad. Aunque el amor de Dios se manifestó de una vez para siempre en el sacrificio de su bienamado Hijo (Rom_5:8; 1Jn_3:16), lo que se manifestó en un momento del tiempo es la revelación de la actitud eterna de Dios hacia el hombre. Si hubiésemos podido mirar el corazón de Dios antes de la creación del universo material, habríamos visto que ya había hecho la provisión del Cordero que habría de ser sacrificado por el pecado del mundo (Apo_5:6). Si pudiésemos ahora mirar en el corazón de Dios, veríamos la misma compasión no disminuida en favor de los perdidos que se manifestó en la muerte de su Hijo. La muerte de Cristo, ocurrida en un momento, no fue un espasmo de amor divino; es el anuncio ante un mundo perdido del hecho del amor eterno e inmutable de Dios.

3. El amor de Dios tiene una pureza transparente. Acerca de este aspecto del amor de Dios no hay palabras humanas que puedan describirlo. No hay egoísmo en el amor divino; Dios jamás ha buscado beneficios para sí. El nada recibe; todo lo da. Pedro exhorta a los creyentes a amar de corazón puro, entrañablemente (1Pe_1:22); pero cuán pocos son los que aman a Dios por lo que El es, sin consideración de sus beneficios. ¡Qué diferente es el amor de Dios! Nuestro juicio nos lleva a pensar que El necesita nuestro dinero, nuestro servicio o nuestra influencia. El no necesita nada de nosotros; pero El nos necesita a nosotros, y solamente porque su infinito amor no puede ser satisfecho sin nosotros. El título «Amado», que se dirige a los creyentes es altamente expresivo; porque, en su relación con Dios, su más alta función es ser amado.

4. El amor de Dios tiene una intensidad ilimitada. La cosa más costosa del mundo es la sangre de Cristo, el Hijo único de Dios; sin embargo, Dios amó de tal manera al mundo que dio a su Hijo unigénito. El sacrificio de su Hijo por hombres que aún eran pecadores y enemigos parece alcanzar los más lejanos límites del infinito; sin embargo, se nos habla de un amor que es « mucho más» que esto. Es el amor de Dios por los que han sido reconciliados y justificados por medio de la muerte de Cristo (Rom_5:8-10); por supuesto, nada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Rom_8:39).

5. El amor de Dios tiene una benevolencia inagotable. No hay esperanza para este mundo sin el maravilloso amor que Dios tiene hacia los que aún son pecadores. Pero el amor de Dios no es pasivo. Movido en un grado infinito por su amor, Dios actuó en favor de quienes, de otro modo, hubieran tenido que expulsar de su presencia para siempre. Dios no podía ignorar la justa condenación del pecador que su justa santidad exigía; pero él podía tomar sobre sí la maldición que debía caer sobre el pecador: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos (Jua_15:13), y esto fue lo que Él hizo a fin de que, sin violar su propia santidad, pudiera tener libertad para salvar de la culpa (Rom_3:26). Estando libres por la muerte vicaria de Cristo, Dios no conoce limitaciones y no cesa de obrar hasta que, para su propia satisfacción, pone al pecador justamente condenado en la más alta gloria celestial y conformado a la imagen de Cristo.
La gracia salvadora es más que amor; es el amor de Dios puesto en libertad de acción para imponerse sobre sus justos juicios contra el pecador. «Por gracia sois salvos por media de la fe» (Efe_2:8; cf. con Efe_2:4; Tit_3:4-5).
Además, Dios tiene un perfecto odio por el pecado que, como contrapartida de su amor, lo prepara para salvar al pecador de su condenación. De igual modo, este odio por el pecado, combinado con su amor, hace de Dios un Padre que disciplina a su hijo. Yo reprendo y castigo a todos los que amo (Apo_3:19), y «el Señor al que ama, disciplina» (Heb_12:6).
Debido a esta unión viva con Cristo (1Co_6:17), el creyente es objeto del amor del Padre del mismo modo que el Padre ama a Cristo (Jua_17:23), y este amor infinito nunca disminuye en la hora de la corrección a de la prueba.
Además de estas manifestaciones directas del amor de Dios, se pueden citar muchas manifestaciones indirectas. En el Nuevo Testamento hay pocas referencias al amor humano; el énfasis más bien está puesto en el amor divino que ha sido impartido y que experimenta solamente el creyente que está lleno del Espíritu. El mensaje de Rom_5:5 es que el amor de Dios brota del Espíritu que nos es dado. El amor divino es fruto del Espíritu (Gál_5:22); por lo tanto, Él es su fuente. El amor divino se manifiesta indirectamente pasando a través del corazón del creyente. 1Jn_1:1-10 pone énfasis en que si hemos nacido de Dios, amaremos como Dios ama; 1Co_13:1-13 es una descripción del carácter sobrehumano del amor. No hay éxtasis en esta vida comparable a la afluencia libre y sobreabundante del amor de Dios.
Debe observarse que, no es el amor a Dios lo que estamos considerando; se trata más bien del amor que pertenece a Dios. Debemos notar algunas cosas en cuanto a este amor:
Se experimenta como respuesta a la oración de Cristo (Jua_17:26). Dios ama al mundo perdido (Jua_3:16; Efe_2:4), y así tan ciertamente aborrece al sistema mundano que es malo (1Jn_2:15-17). Dios ama a quienes ha redimido (Jua_13:34-35; Jua_15:12-14; Rom_5:8; Efe_5:25; 1Jn_3:16; 1Jn_4:12). Dios ama a la nación de Israel (Jer_31:3). Dios ama a quienes han vagado lejos de Él (Luc_15:4, Luc_15:20). El amor de Dios es eterno (Jua_13:1). El amor de Dios es sacrificial, hasta el punto de dar a su propio Hijo (Jua_3:16; 2Co_8:9; Efe_5:2). En el misterio de esta compasión divinamente ordenada, el apóstol Pablo estaba dispuesto a ser apartado de Cristo por amor a sus hermanos, sus parientes según la carne (Rom_9:1-3).
El ejercicio del amor divino es el primer mandamiento de Cristo baja la gracia (Jua_13:34-35; Jua_15:12-14) y debiera ser característica sobresaliente de cada cristiano (Gál_5:13; Efe_4:2, Efe_4:15; Efe_5:2; Gál_2:2; 1Ts_3:12; 1Ts_4:9). El amor impartido por Dios no se obtiene por cultivo, ni se puede producir por esfuerzos de la carne. Es la experiencia normal de quienes, habiendo cumplido los requisitos, están llenos del Espíritu (Gál_5:22).

D. LA ESPOSA ADORNADA Y RECOMPENSADA

Entre los diversos juicios de las Escrituras, uno de los más importantes es el juicio del tribunal de Cristo en que se juzga y recompensa a la iglesia. Con referencia al pecado, las Escrituras enseñan que el hijo de Dios que está bajo la gracia no vendrá a juicio (Jua_3:18; Jua_5:24; Jua_6:37; Rom_5:1; Rom_8:1; 1Co_11:32); en su posición delante de Dios, y sobre la base de que el castigo de todos los pecados —pasados, presentes y futuros— fue llevado por Cristo como el perfecto sustituto el creyente se encuentra no solamente fuera de toda condenación, sino que estando en Cristo es aceptado por la perfección de Cristo (1Co_1:30; Efe_1:6; Col_2:10; Heb_10:14) es amado de Dios como Cristo es amado (Jua_17:23). Pero en relación a su vida cotidiana y su servicio a Dios, el cristiano debe dar cuenta ante el tribunal de Cristo (Rom_14:10; 2Co_5:10; Efe_6:8), juicio que se celebrará a la venida de Cristo para recibir a los suyos (1Co_4:5; 2Ti_4:8; Apo_22:12; cf. con Mat_16:27; Luc_14:14).
Cuando se presenten ante el gran trono blanco para el juicio final, los inconversos serán juzgados según sus obras (Apo_20:11-15). El propósito de este juicio no es determinar si los que han sido presentados a él serán salvos o se perderán; su propósito es más bien determinar el grado de castigo que corresponde a los perdidos a causa de sus obras malas Del mismo modo, cuando los salvados se presentan ante el tribunal de Cristo, en su venida, son juzgados por sus obras no para determinar si se salvan a se pierden, sino para determinar la recompensa o pérdida por el servicio que se esperaba de cada creyente. Los que se presenten ante el tribunal de Cristo no solamente serán salvos y estarán seguros, sino que ya habrán sido llevados al cielo, no sobre la base de méritos u obras, sino por la gracia divina hecha posible por la gracia salvadora de Cristo. Bajo la gracia, la salvación no es de ningún modo condicionada por el servicio o el carácter de la vida del creyente; la vida y el servicio del creyente llegan a ser un caso separado que ha de ser juzgado por Cristo, pues a él pertenecemos y a él servimos.
Cuando todos sean reunidos ante «su trono de gloria», también se darán recompensas sobre la base del mérito de Israel y las naciones, pero esto se hará sin consideración de la cuestión de la salvación personal (Mat_25:31-; cf. con Mat_6:2-6; Mat_24:45-46; Mat_25:1-46).
En las Escrituras se usan tres figuras importantes para revelar la naturaleza de las recompensas del creyente en el tribunal de Cristo.

1. En Rom_10:1-12 se presenta la firma de una mayordomía. En conexión con el juicio de los demás se hace la exhortación: « ¿Por qué a tu hermano? 0 tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí».
En este pasaje se nos exhorta a que no tratemos de evaluar la calidad de las obras de otro cristiano. Esto no significa que no debamos juzgar y rechazar el pecado, sino que se refiere más bien a la calidad y el valor de la vida. Con demasiada frecuencia los cristianos se dejan llevar por el deseo de criticar a los demás a fin de que sus propias vidas parezcan un poco mejores ante sus propios ojos. En otras palabras, reducen a la nada a sus hermanos en un esfuerzo de exaltarse a sí mismos.
Este pasaje revela que cada cristiano tendrá que rendir cuenta a Dios. La figura es de un mayordomo o persona a la que se ha confiado algo. Todo lo que el creyente tiene en la vida —su capacidad intelectual, dones naturales, salud física, dones espirituales, o riqueza— es un don de Dios para él. Mientras más se le confía, tendrá más de qué dar cuenta. Como se afirma en 1Co_6:19-20: «No sois vuestros, habéis sido comprados por precio». Como mayordomos, tendremos que dar cuenta ante el tribunal de Cristo de todo lo que Dios nos ha dado, y no seremos responsables de lo que fue dado a los demás, pero sí tendremos que responder de lo que nos fue dado a nosotros. La clave del juicio no será el éxito o el aplauso público que se haya tenido, sino la fidelidad en el uso de lo que Dios nos ha encomendado.

2. En 1Co_3:9-15 la vida del creyente es considerada como un edificio levantado sobre Cristo como fundamento. Al determinar la fuerza de este pasaje, debe observarse:

a) Se tiene en vista solamente a los salvados. El pronombre personal «nosotros» y el «vosotros» incluyen a todos los salvados y excluye a todos los que no son salvos; de igual modo, la palabra «alguno» se refiere solamente a quién esté edificando sobre la Roca que es Cristo Jesús.

b) Habiendo presentado a los corintios el evangelio par el cual fueron salvados —salvación proporcionada par la Roca sobre la cual los salvados están—, el apóstol Pablo se compara con un perito arquitecto que ha puesto el fundamento o cimiento; pero, en agudo contrasto con esto, señala que cada creyente por si mismo esta levantando la superestructura sobre el fundamento único proporcionado por la gracia de Dios.
Por eso, el llamado es a que cada uno mire cómo sobreedifica. Esto no es una referencia a la así llamada «construcción del carácter», que no tiene base en los pasajes dirigidos a los santos de esta dispensación; el carácter de ellos es el «fruto del Espíritu» (Gál_5:22-23) y es realizado, no por esfuerzos carnales, sino por el andar en el Espíritu (Gál_5:16). Se presenta al creyente levantando una superestructura de servicio, u obras, que tiene que ser probada por fuego, posiblemente por los ojos de fuego de nuestro Señor ante el cual tendrá que presentarse (Apo_1:14).

c) La «obra» que el cristiano esta edificando sobre Cristo puede ser de madera, heno, hojarasca, que el fuego puede destruir; o puede ser de oro, plata y piedras preciosas que el fuego no destruye y que, en el caso del oro y la plata, en cambio, las purifica.

d) A aquel cuya obra levantada sobre Cristo permanezca, le será dada una recompensa; pero a aquel cuya obra sea quemada sufrirá pérdida: no de su salvación, que es asegurada por medio de la obra consumada de Cristo, sino de su recompensa. Aun cuando pase por el fuego que va a probar la obra de cada cristiano y sufra la pérdida de su recompensa, el mismo será salvo.

3. En 1Co_9:16-27, y especialmente en los versículos 1Co_9:24-27, se usa la figura de una carrera y el ganar el premio para revelar la calidad de la vida y del servicio cristiano. Haciendo referencia a su propio servicio en la predicación del evangelio, el apóstol pregunta: « ¿Cuál, pues, es mi galardón?» La verdadera respuesta a esta pregunta depende, naturalmente, de la naturaleza y calidad del servicio rendido a Dios. Por lo tanto, el apóstol continúa haciendo un recuento de su fidelidad en la obra (versículos 1Co_9:18-23); nadie negará la veracidad de su informe. Luego compara el servicio cristiano a una carrera en que todos los creyentes están participando, y que, como en una carrera, uno solo recibe el premio y sólo por un esfuerzo superior.
En forma similar, el creyente debiera poner en ejercicio todas sus fuerzas en el servicio cristiano, a fin de obtener la recompensa completa, correr como si quisiera superar a los demás. Así como el atleta se abstiene de muchas cosas a fin de obtener una corona corruptible, el cristiano debe abstenerse de todo a fin de obtener la corona incorruptible. El autocontrol del apóstol se ve en el hecho de que mantenía en sujeción su propio cuerpo a fin de evitar que algún servicio indigno y no de todo corazón por los demás hiciera que fuera reprobado. La palabra traducida aquí «eliminado» es adokimos, que es la forma negativa de dokimos; dokimos se traduce por «aprobado» (Rom_14:18; Rom_16:10; 1Co_11:19; 2Co_10:18; 2Ti_2:15),: por lo que adokimos debe traducirse «desaprobado» Puesto que no está en duda la salvación del apóstol, él no tiene miedo de ser desechado por Dios para siempre; tiene temor de ser desaprobado en la esfera de servicio.
La recompensa del cristiano a veces se menciona como un premio (1Co_9:24) y a veces como una corona (1Co_9:25; Flp_4:1; 1Ts_2:19; 2Ti_4:8; Stg_1:12; 1Pe_5:4; Apo_2:10; Apo_3:11). Estas coronas pueden ser clasificadas bajo cinco divisiones que representan cinco formas de servicio y sufrimiento cristiano, y el hijo de Dios recibe la advertencia de que tenga cuidado para que no pierda la recompensa (Col_2:18; 2Jn_1:8; Apo_3:11).
La doctrina de las recompensas es la contrapartida necesaria de la doctrina de la salvación por gracia. Puesto que Dios no cuenta los méritos del creyente para la salvación, ni puede hacerlo, es necesario que las buenas obras del creyente reciban el reconocimiento divino. Los salvados nada deben a Dios en paga de la salvación que les fue dada como un regalo; pero deben a Dios una vida de devoción fiel, y para esta vida de devoción se ha prometido una recompensa en los cielos.
Aunque las recompensas de los creyentes están simbolizadas por coronas, según Apocalipsis 4:10 las coronas, como símbolo de la recompensa, serán puestas a los pies del Salvador en el cielo. ¿Cuál será entonces la recompensa para el servicio fiel de parte del creyente?
La probabilidad es que el servicio fiel sobre la tierra sea recompensado con un lugar privilegiado de servicio en el cielo. Según Apo_22:3, «sus siervos le servirán». Los creyentes verán cumplidas sus más elevadas aspiraciones de servicio de amor para el Salvador que los amó y se dio a sí mismo por ellos. En la ilustración de los talentos usada por Cristo en Mat_25:14-30, el hombre que recibe los cinco talentos y el que recibió dos (ambos ganaron el doble sobre lo que le encomendó el Señor) fueron aprobados cuando el Señor dijo: «Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Mat_25:21, Mat_25:23). Aunque parece que este juicio no tiene que ver con la iglesia, se puede aplicar el principio a todos los creyentes de todas las edades que reciben recompensa en la eternidad. La fidelidad en nuestro servicio presente tendrá como recompensa un servicio de privilegio en la eternidad.
El pasaje central sobre el tribunal de Cristo, 2Co_5:10-11, revela que el tribunal de Cristo es un lugar donde se distinguen las buenas obras de las malas, y el creyente recibe recompensa sobre la base de las buenas obras. Como se ha dicho anteriormente, no se esta juzgando el pecado, porque el creyente ya ha sido justificado. Tampoco es cuestión de santificación como se experimenta en el presente al ser disciplinado por no haber confesado el pecado (1Co_11:31-32; 1Jn_1:9), porque el creyente ya es perfecto en la presencia de Dios.
El único problema que queda, entonces, es la calidad de la vida y de las obras que Dios considera buenas en contraste con las obras que son sin valor. El hecho solemne de que todo creyente deberá presentarse un día a rendir cuenta de su vida ante Dios, debiera ser un estimulo para la fidelidad presente y para la propia evaluación de las prioridades de vida basadas en la pregunta de cómo será evaluada en la eternidad.

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